La religión en los campamentos romanos

Roma fue sin dudas el mayor poder militar de la antigüedad. Sus legiones conquistaron el Mediterráneo y mantuvieron el dominio del Imperio hasta el siglo V de nuestra era.

Pudiera parecer que esta gran maquinaria militar se regía únicamente por razones militares o políticas, como si de una maquinaria engrasada se tratase.

En la antigüedad, el día a día de los seres humanos y su creencia a los dioses estaban estrechamente relacionados. Tanto para un campesino, como para un legionario o un legado, la religión era parte fundamental de su vida. En los campamentos militares romanos, al igual que ocurría en las ciudades y en cada casa, los dioses estaban muy presentes.

el centro del campamento

Según nos narra Polibio en el siglo II a.C., en el momento que se decide establecer un campamento, el general del ejército clava su insignia en la tierra. Desde ese punto central se marcaría un cuadrado que serviría como lugar de mando del lugar.

En este espacio central, llamado pretorium, se establecerían tres elementos básicos: la tienda del comandante, una tribuna desde la que hablar a los soldados, y un espacio sagrado, el auguraculum donde el general realizaría la lectura de los augurios.

Es este espacio destinado al contacto con los dioses, que puede tratarse desde un simple rectángulo marcado en el suelo en un campamento para una noche, como de una estructura de ladrillo o piedra en los campamentos permanentes, desde donde se interpretan los deseos de las divinidades.

Porque no había nada más importante que estar de acuerdo con los dioses antes de realizar ninguna actividad importante, algo que para los romanos era claro y obvio, como ellos mismos decían. 

 “Por los auspicios, tanto en la paz como en la guerra, tanto en la patria como fuera de ella, se rigen todas las cosas, como bien saben todos”

Apio Claudio, senador romano.

El lugar desde donde comunicarse con los dioses sería el elemento religioso básico de cada campamento romano, pero conforme estas instalaciones militares se hicieron más permanentes, aparecieron otros espacios.

En los campamentos permanentes de época imperial, el cuartel general, por así decirlo, tenía otras estancias. El principia, nombre en latín de este edificio central del campamento, incluía el espacio para los la lectura de los augurios, pero también contaba con un altar para los sacrificios a los dioses, ya que la vida religiosa del campamento se regía por un calendario de ceremonias, ritos y sacrificios.

También existía una sala para la adoración al culto imperial. Dispuesto como si fuera el interior de un templo, una habitación del principia contaba con una escultura del emperador reinante. Este espacio, llamado aedes no sólo servía para albergar la efigie del emperador, sino que también servía para guardar las insignias de la legión, quizás el elemento más sagrado de cada una de estas formaciones militares.

las insignias militares

El elemento sagrado más importante de una legión romana era su águila. Esta ave rapaz se asocia generalmente con el Imperio Romano como Estado, pero su origen es religioso. El águila es el símbolo de Júpiter, el dios más importante del panteón romano.

Aunque nos pueda parecer inimaginable que una legión no tuviera un águila, su uso sólo se generalizó desde las reformas de Mario en el siglo I a. C. Esto quiere decir, que las legiones que vencieron a Aníbal o que derrotaron a los ejércitos de Macedonia o el Imperio Seleucida, no portaban estas águilas.

Sabemos que antiguamente cada legión tenía un animal sagrado que portaban en un estandarte. Estos podían ser un águila pero también un toro, una loba o un jabalí, aunque es posible que también se incluyeran otros animales de los que no nos ha quedado constancia.

El águila era el estandarte que representaba a toda la legión. En un primer momento era de plata, con unos rayos entre las garras de oro, pero a partir del reinado del emperador Augusto, toda ella se hizo de oro.

El encargado de portar el estandarte, tanto en batalla como en todo tipo de ceremonias religiosas, era el aquilifer, un soldado elegido que debía además cuidar físicamente de este objeto. El aquilifer tenía la obligación de limpiar e incluso perfumar el águila antes de cada ceremonia a la que asistiera.

El estandarte además podría tener diferentes insignias adicionales clavadas en el asta, como condecoraciones entregadas a la legión o insignias que recordasen la participación de la unidad en una campaña determinada.

Otro estandarte muy común que portaban las legiones era el signum, una mano extendida cuyo origen no está muy claro. Tampoco sabemos exactamente qué significaba.

Es posible que fuera una representación de un dios, el cual daría su poder y fuerza a las tropas a través de este símbolo, aunque también podría simbolizar el imperium o autoridad militar del cónsul o del emperador sobre las tropas.

Otro estandarte muy importante que apareció en época imperial fue la imago, la imagen del emperador, que se portaba en forma de medallón o de pequeño busto a la batalla junto con el resto de insignias.

Este emblema, portado por el imaginifer, permitía la presencia mágica del emperador en cada campaña, ya que la imagen o el símbolo en religión es lo mismo que aquello que representa.

Los trofeos de guerra

Aunque las causas aparentes de una guerra puedan ser morales o ideológicas, en último término las guerras, tanto actuales como en la antigüedad, tienen una justificación económica.

El botín y los trofeos son parte fundamental de toda campaña militar de la antigüedad, y para los romanos, especialmente. Durante la época republicana, las guerras eran más o menos populares dependiendo de la riqueza de los enemigos, ya que el soldado, que arriesgaba su vida, esperaba obtener una ganancia económica de la misma.

En época imperial, las gratificaciones económicas que se entregaban a los soldados desde las arcas imperiales podían dar o arrebatar la corona imperial en determinadas circunstancias.

Los dioses también participaban de esta ganancia económica. Después de cada campaña, parte del botín era entregado en uno de los templos de Roma, normalmente el de Marte o el de Quirino. Las armas del general enemigo u objetos especialmente señalados obtenidos de un saqueo se guardaban como ejemplo del valor del pueblo romano.

En época imperial se mantuvo esta práctica, pero la consagración de estos objetos se hacía al propio emperador, de tal manera que esos objetos pasaban a formar parte del tesoro imperial.

las fiestas religiosas

El calendario romano estaba lleno de celebraciones de carácter religioso. Los dioses eran los que hacían moverse el mundo y que las cosas fueran como eran, por lo que había que complacerlos y conmemorarlos en innumerables festivales y ritos.

La vida del campamento romano también estaba organizada en torno a estas festividades de carácter sagrado.

El calendario era algo muy estricto. Cada año, los campamentos romanos recibían una copia del calendario de festividades elaborado en Roma.

Hasta nuestros días ha llegado uno de estos calendarios. Se trata de un papiro, el Feriale Duranum, encontrado en el campamento romano de Dura Europos, en la antigua frontera del Imperio Romano con el Imperio Parto, en la actual Siria.

Festividades comunes en los campamentos eran los auspicia, la lectura de la voluntad de los dioses en el vuelo de los pájaros, mediante las cuales el general de la legión podía adivinar si una acción era aprobada por los dioses o no.

Los sacrificios de animales también eran comunes en los campamentos del ejército romano. El más importante se llevaba a cabo en la ceremonia de la consecratio, el ritual que marcaba la fundación oficial de un campamento.

En esta ceremonia, se sacrificaban varios animales, normalmente un buey, una oveja y un cerdo. Todo ello se realizaba en presencia de los estandartes de la legión, ya que éstos eran la representación de todos los soldados de esa unidad militar.

Quizás el día más importante en el calendario religioso de una legión era el dies natalis aquilae. Esta fiesta rememoraba el nacimiento del águila, es decir, el día de la fundación de esa legión. Esta fiesta se celebraba en fechas diferentes según de la legión que se tratase y servía para reforzar la moral y la unión de las tropas.

Dos fiestas importantes en época imperial eran el adventus y el profectio, es decir, la llegada y la partida. Estas celebraciones tenían lugar únicamente cuando había un cambio de emperador.

 En el adventus, se realizaba una ceremonia donde se recibía en el campamento una nueva imagen del emperador, mientras que en el profectio, se retiraba la imagen del emperador recientemente fallecido o depuesto.

Estas ceremonias eran especialmente solemnes, ya que no suponían la retirada o la colocación de una simple estatua, sino que era la llegada o la partida del mismo espíritu del emperador, representado en esas imágenes sagradas.

El deber sagrado

De la misma manera que existe hoy en día la jura de bandera en los ejércitos modernos, en la antigua roma los soldados debían jurar su fidelidad.

En época republicana, el juramento se hacía a la propia Roma. Cada año, se creaban al menos cuatro legiones de ciudadanos romanos. En un día determinado, eran convocados en el Campo de Marte, fuera de las murallas de la ciudad, donde juraban su lealtad a la República ante los cónsules elegidos para ese año.

En época imperial, el juramento se realizaba ya no a Roma ni a la República, sino al mismo emperador.

El juramento se realizaba en forma de sacramentum, es decir, no se limitaba a ser un contrato de intereses, sino que se realiza como un compromiso sagrado, sancionado por los dioses.

El día del juramento, se realizaba un acto solemne en el campamento. Los soldaos formaban en sus diferentes unidades. En cada legión, se elige a uno de los soldados para que realice el juramento en voz alta, en el cual se comprometían a obedecer a los jefes del ejército, a no abandonar las insignias y a no actuar fuera de la ley.

Una vez hecho esto, el resto de soldados, decía “Idem in me”, lo mismo para mí.

Este juramento se realizaba cada año, aunque el emperador fuera el mismo. De esta manera se reforzaba la fidelidad al emperador y se aseguraba su autoridad entre la tropa.

Conclusión

Al igual que en la vida civil, en la vida militar, el día a día de los romanos se regía por su relación con los dioses.

Para ellos, esta relación daba sentido a la misma existencia, por lo que era básica y fundamental tanto para ellos como para el mantenimiento de la estructura jerárquica militar.

Al final, los dioses marcaban el destino de cada uno de los soldados del ejército romano.

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