La Batalla de Mons Colubrarius

Cuando hacemos memoria y tratamos de recordar nuestro propio pasado, el nuestro personal, la mayoría de los recuerdos son vagos. Solamente recordamos datos concretos o episodios muy puntuales, pero nunca toda nuestra vida. En la Historia de la humanidad ocurre exactamente lo mismo. Mucho de nuestro pasado está borroso o incluso olvidado.

La batalla de Mons Colubrarius es uno de estos episodios olvidados. A pesar de lo poco que sabemos de ella, fue un hecho muy importante ocurrido en los últimos años del Imperio Romano de Occidente.

En este artículo trataremos encontrar entre esa bruma del pasado lo poco que sabemos de ella.

Roma en el siglo V

El siglo V de nuestra era verá caer al Imperio Romano de Occidente. En el año 476, tras la deposición de Rómulo Augústulo, el último emperador de occidente, se daba paso a varios siglos de aparición y desaparición de diferentes reinos bárbaros.

Pero los bárbaros no atravesaron las fronteras y acabaron de repente con Roma, sino que durante el siglo V, los bárbaros ya estaban dentro del Imperio, con su consentimiento.

Durante las últimas décadas de existencia del Impero Romano de Occidente, sus líderes dedicaron las cada vez más mermadas capacidades de Roma para acabar con esta lacra.

En este momento en occidente encontraríamos un reino suevo en el norte de Hispania, un reino visigodo en el sur de la Galia y lo más desastroso, un reino vándalo que controlaría el África romana. Además de ellos, otros pueblos se habían asentado por doquier, como los burgundios o los alanos.

Estos pueblos se habían asentado dentro de las fronteras imperiales por acuerdos con el propio Imperio, como los visigodos, o bien se habían apoderado de alguna provincia por la fuerza. Sólo un milagro podría haber salvado a Roma de desaparecer. Un milagro que casi se produjo a mediados de este siglo.

Flavio Aecio

En la década de 430, Flavio Aecio era el hombre más poderoso de Roma. Esto, más que un privilegio era una enorme carga de responsabilidad. Aecio había ascendido al poder haciéndose paso entre los militares romanos de principios de siglo.

Cercano al poder desde que su padre Gaudencio entrase al servicio del Emperador, conocía perfectamente los entresijos del poder, ya que había crecido en ese ambiente.

Aecio debía mantener vivo al Imperio Romano de Occidente con unos medios bastante reducidos y con enemigos tanto dentro como fuera de las fronteras imperiales.

Para este periodo histórico, Occidente contaría con alrededor de 90.000 soldados, los cuales debían mantener las fronteras además de proveer a los ejércitos de maniobra, que se desplazarían a las zonas de conflicto.

Esta cifra podría parecer importante, pero tan solo unas décadas antes, a principios de siglo, Occidente contaría con alrededor de 300.000 soldados. La tarea era difícil, pero Aecio estaba dispuesto a afrontar sus responsabilidades de la manera más diligente posible.

Anno domini 436

La historia que os quiero contar comienza en el año 436 de nuestra era. Este año, los problemas para el general Aecio se multiplicaban por doquier. La amenaza más importante se encontraba en la frontera norte del imperio, donde los Burgundios habían atravesado el limes y amenazaban el norte de la Galia.

El pueblo burgundio, de origen germánico, se había asentado en la provincia de Germania con el permiso de los romanos. En el año 413 firmaron un tratado o foedus con el emperador Honorio que les permitía tomar aquellas tierras a cambio de que las defendieran contra otros posibles invasores.

Los germanos rompieron este pacto, por lo que en 436 invadieron la provincia de Bélgica, amenazando así con expandirse por toda la Galia. Esta invasión era extremadamente peligrosa para el Imperio Romano de Occidente.

Si los burgundios campaban a sus anchas, penetrarían en el corazón del Imperio y no solo eso, sino que podrían animar a otros pueblos asentados dentro de las fronteras imperiales a rebelarse contra la autoridad imperial.

Esto no debía permitirse, así que Roma actuó. Al mando de sus mejores tropas, el general Flavio Aecio se dirigió hacia ese teatro de operaciones, donde como en tantas otras ocasiones tuvo éxito. Al mando de tropas romanas y de auxiliares hunos, contratados entre los guerreros de su amigo personal Atila, consiguió aplastar a los burgundios en algún lugar indeterminado, seguramente cerca dela actual ciudad de Worms, la antigua Borbetomagus.

El pueblo burgundio quedó prácticamente exterminado. El impacto de esta derrota fue tan grande entre los germanos de la época, que dio lugar a una canción épica, el Cantar de los Nibelungos. Pero hoy no quiero hablar de los Burgundios. Hoy quiero hablar de los visigodos.

Los visigodos

Los godos eran unos viejos conocidos de los romanos. Habían interactuado con diferentes confederaciones de estos pueblos desde décadas atrás y habían tenido con ellos no pocos encontronazos.

Los más destacados, la derrota que los godos infligieron al ejército del Imperio Romano de Oriente en 395 en Adrianópolis o el saqueo de Roma en el año 410 a las órdenes de Alarico.

Con la intención de apaciguar la amenaza goda, Roma firmó un foedus con los visigodos. A cambio de tierras dentro de las fronteras imperiales, los visigodos se comprometían a proporcionar tropas al ejército romano cuando éste las requiriera. En principio parecía un buen acuerdo, pero fue más un problema que una solución, ya que los visigodos aprovecharían cualquier oportunidad para tratar de expandir sus dominios.

El reino visigodo estaba situado en el sur de la Galia y dominaba un territorio bastante limitado alrededor de su capital, Tolosa. La mayor ambición de los visigodos sería la de abrirse paso hasta el Mediterráneo, cosa que intentarían en varias ocasiones.

Los rebeldes visigodos

En el año 436, aprovechando que Aecio y el grueso de las fuerzas imperiales se encontraban ocupados en la frontera renana enfrentándose a los burgundios, los visigodos se rebelaron con la intención de abrirse paso hasta el mar.

Ese mismo año, el rey Teodorico condujo a sus fuerzas hasta las murallas de la ciudad de Narbo Martius, la actual Narbona. Lo habían intentado ya con Arelate, la actual Arlés, en el año 425 y esperaban tener éxito en esta ocasión. Tenemos pocos datos acerca del asedio de Narbo. Según las fuentes, éste habría durado varias estaciones, ya que se inició en 436 y se levantó en 437.

De acuerdo a la información que disponemos, es muy posible que el asedio se iniciase en la primavera del 436, terminándose a comienzos del 437. Esta hipótesis se basa en que el asedio lo levantaron dos ejércitos diferentes, comandados por dos lugartenientes de Aecio: el Comes Litorio y el Magister Militum per Gallias Avito, quien sería emperador unos años después.

Sabemos que Litorio comandaba una fuerza de auxiliares hunos, pero desconocemos las fuerzas que comandaba Avito. Siempre dentro del campo de la hipótesis, parece que Aecio, al haber solucionado el grueso del problema con los burgundios, se vio en la posición de poder enviar fuerzas no vitales contra el asedio de Narbo.

A pesar de que los Visigodos sufrieron una contundente derrota frente a los muros de Narbo Martius, al año siguiente volvieron con sus correrías.

Mons Colubrarius

El poeta Merobaudes, contemporáneo de Aecio, escribió dos panegíricos al general romano. En ellos se narra la campaña de estos años contra los visigodos. El poeta nos cuenta que en el año 438, el rey Teodorico, junto con todos sus guerreros, salieron de nuevo a saquear la romania.

Este año, Flavio Aecio ya estaba en posición de dedicar todas sus energías a acabar con el problema godo definitivamente. Desconocemos casi cualquier dato acerca de esta campaña. Lo único que sabemos con seguridad es que los Visigodos fueron derrotados.

Las fuentes nos hablan de una gran batalla librada en el Mons Colubrarius, la montaña de la serpiente. Aunque no sabemos seguro el lugar de la batalla, existe una teoría bastante factible de dónde se produjo.

Cerca de la población francesa de Olonzac, al sur de la Galia, existe un pequeño cerro llamado Roc de la Garde Roland. Sabemos por un manuscrito del siglo XII, que narra un hecho anterior, que un compañero de Carlomagno, el obispo Turpin, interrogó a un sarraceno después de una batalla librada en esa zona.

El sarraceno le indicó que su casa estaba en el Petra Colobram, el lugar que después recibiría el nombre de Roc de la Garde Roland. A parte de esta noticia medieval, si nos fijamos en el mapa, el lugar es perfecto para una batalla.

El Mons Colubrarius se encuentra en la entrada de un valle estrecho, justo en la frontera oriental del reino visigodo.

Desconocemos más detalles acerca de la batalla, pero lo que sabemos seguro es que los visigodos fueron masacrados. Las fuentes nos hablan incluso de 8.000 bajas en el bando bárbaro. Flavio Aecio habría demostrado una vez más su genio militar, pero la victoria no fue total.

El fracaso

Después de la gran derrota infligida a los visigodos en Mons Colubrarius en 438, lo lógico es que Aecio hubiese ido a por ellos, acabando con los visigodos definitivamente. Pero asuntos más urgentes distrajeron la atención del comandante supremo del Imperio Romano Ocidental.

En el año 439 los vándalos tomaron Cartago. El norte de África era vital para la supervivencia de Roma, por lo que Aecio decidió centrarse en ese teatro de operaciones. Pero no se olvidó de los visigodos. Al mando de una fuerza de auxiliares hunos, Aecio envió a su lugarteniente Litorio para que atacase Tolosa y acabase definitivamente con la amenaza.

El cronista Próspero de Aquitania nos narra lo sucedido. Litorio, viendo que tenía la victoria en la mano y pensando en su propia grandeza, lanzó un ataque frontal contra Tolosa.

En una carga impetuosa contra los visigodos, el general romano fue herido y capturado. De manera casi milagrosa el reino visigodo había rechazado la amenaza. Aecio, incapaz de enviar más fuerzas contra Tolosa y los visigodos, extenuados después de varios años de derrotas contundentes, decidieron firmar la paz. Una paz que mantenía el statu quo, al menos por unos años.

Conclusiones

El siglo V romano no es el tema más popular entre el gran público aficionado a la historia de Roma.

Sin embargo, si nos sumergimos en las historias de este tiempo, encontraremos multitud de relatos apasionantes, que nos hablan de la fortaleza de un imperio ya en horas bajas, pero que trataba por todos los medios de resistir a lo inevitable.

Espero con este relato haberos acercado un poco más a una época de la historia muy desconocida pero fascinante.

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