El Primer Ejército del Islam

Realmente sorprende cuánto se parecían los ejércitos del Islam en la época de la primera conquista, allá por el siglo VII, a los ejércitos de los Imperios Romano y Persa sasánida. Ni grandes hordas de caballería, ni turbantes y chilabas al viento, ni cimitarras en la mano.

Esta popular imagen, aunque real, pertenece a épocas muy posteriores. Los ejércitos árabes que conquistaron oriente y occidente eran muy diferentes.

etnia, no religión

Quienes conquistaron el mundo conocido en los siglos VII y VIII fueron los árabes, no los musulmanes. Éste es un dato sorprendente, aunque bien documentado. El profeta Mahoma logró, bajo una nueva religión, unificar a muchas tribus árabes que hasta ese momento habían guerreado entre sí.

Éste fue sin duda un gran logro. Pero en el siglo VII, no todas las tribus árabes que lucharon bajo las órdenes de los primeros Califas, esto es, los sucesores de Mahoma, eran musulmanes.

Las tribus del nordeste, del actual sur de Irak, de Qatar y de Kuwait eran en esta época cristianas. Las tribus del norte, de la frontera con Palestina, eran judías.

un ejército tribal

Como hemos dicho, los ejércitos musulmanes que lograron expandirse fuera de Arabia tenían su base en las tribus beduinas. A partir de Mahoma lucharán por una misma causa, pero no bajo la misma bandera.

La organización del ejército en esta época es completamente tribal. Cada tribu lucha por separado bajo las órdenes de sus jefes y en torno al estandarte de su tribu. Esta organización tiene sus ventajas, ya que el incipiente califato no tiene que preocuparse de organizar a miles de soldados, sino a decenas de tribus.

Cada tribu aportaba a todos sus guerreros, que en teoría eran todos los hombres de la tribu. Tradicionalmente los hombres tenían la obligación de proteger a las mujeres, los niños y el ganado, por lo que tenían experiencia de combate, aunque fuera en guerras tribales.

Cuando había que pagar a las tropas, por tanto se hacía pagando a cada tribu, la cual ya se ocupaba de distribuir el dinero tanto de la soldada como del botín entre sus miembros.

Esto lo convertía en un ejército sumamente flexible, ya que cada unidad de combate demostraba una alta fidelidad a sus propios jefes, quienes competirían con los líderes de las otras tribus para ser las más valientes, las más aguerridas y en definitiva, las más ricas en la victoria.

Las tribus beduinas son el núcleo principal del ejército árabe que romperá las fronteras de los Imperios Romano y Sasánida, pero no serán las únicas tropas que militen en el bando musulmán.

El contingente de tropas procedentes de Yemen era el más importante, tanto por su calidad como por la variedad de tropas aportadas. Por un lado, Yemen había desarrollado una casta guerrera muy importante, encargada de defender las ciudades de la Arabia feliz.

Se trataba de unidades de infantería montada. Es decir, combatían a pie, pero se desplazaban rápidamente montando en camello. Otro grupo importante de yemeníes eran los llamados abna. Se trataba de herederos de los dailamitas persas que habían sido enviados al Yemen cuando éste era provincia del imperio sasánida.

Al igual que sus parientes, eran una fabulosa infantería pesada. Los primero califas también disponían de los ahâbîs.

Se trataba de guerreros mercenarios contratados por los líderes de La Meca para oponerse a Mahoma, pero tras la caída de la ciudad éstos pasaron a engrosar las filas del ejército musulmán.

Los ahâbîs no eran árabes, sino que provenían del sur del actual Sudán. Se trataba de fieros guerreros que parecían provenir de tiempos remotos.

Armados con espadas cortas y rectas, protegidos por escudos de piel de elefante y portando largas cabelleras, su presencia en el campo de batalla debía de causar pavor en sus enemigos.

También desde el año 635 luchaban del bando de los árabes un grupo de 500 savaran persas del sur del Imperio sasánida que se habían pasado al bando musulmán.

Al tratarse de las mejores tropas de caballería de que disponían, estos experimentados guerreros recibían una suculenta paga de sus nuevos señores por los servicios prestados.

Organización

Como decía antes, las primeras fuerzas musulmanas estaban organizadas en base a las tribus beduinas, por lo que toda la organización del ejército giraba en torno a ellas.

A la cabeza del ejército se encontraba el Califa. Por debajo de él se encontraban los valíes, una suerte de gobernadores de las regiones, más que provincias, del incipiente imperio.

Los valíes tenían la obligación de organizar a las tribus de su región y de dotarlas del armamento necesario para la batalla. Aunque las tropas estaban distribuidas por todo el Imperio, los ejércitos se formaban en Medina.

Allí debían acudir los guerreros, quienes tras formar todo el ejército serían puestos bajo las órdenes del valí de la región más cercana al conflicto, o bien se les pondría al mando de un emir, nombrado directamente por el califa.

En cuanto a la organización de las unidades en combate, no tenemos claro exactamente como era. Sabemos que ésta existía, pero desconocemos el número de soldados de cada una en concreto. Por lo que nos dicen las fuentes, debía de haber algún tipo de subdivisión, seguramente y en teoría, de unidades de 1.000, 100 y 10 guerreros.

Esto sería sobre el papel, porque sabemos que en realidad las unidades disponían de un número bastante variable de efectivos. Esto sería en cuanto a la infantería. Por lo que respecta a la caballería, tenemos mucho más claro cómo se organizaba.

Las unidades montadas se formaban a partir de guerreros de la misma tribu. Estas formaciones de caballería contaban con entre 200 y 400 guerreros entre sus filas, quienes a su vez se subdividían en unidades más pequeñas de entre 30 y 40 jinetes.

los efectivos disponibles

Los ejércitos musulmanes fueron creciendo en el plazo de pocos años como lo haría una bola de nieve cayendo por una pendiente empinada. Esta es la mejor comparación que podemos hacer con respecto al número de efectivos de que disponían los primeros califas para la conquista de Oriente Medio.

Esto se pudo producir a la división tribal de Arabia a la que hemos hecho referencia anteriormente. Con cada tribu sometida o ganada para el bando musulmán, sus guerreros pasaban a engrosar las filas de sus ejércitos.

Los datos hablan por sí mismos: en la batalla de Badr de 624, disponían solamente de 385 guerreros. Al año siguiente, en la batalla de Uhud, 700. Dos años después, en la batalla de la Zanja, ya disponían de 3.000 guerreros y en 630, en la expedición contra La Meca, la cifra había aumentado hasta los 10.000.

Pero ahí no quedó la cosa. Conforme la frontera norte se iba expandiendo, también así lo hicieron los efectivos de los ejércitos califales.

Entre los años 633 y 634 se enviaron a 9.000 guerreros a conquistar Palestina, quienes serían reforzados por otros 3.000 con posterioridad. Y las fuerzas califales no tardarían en estar en disposición de enfrentarse y vencer a los dos grandes imperios del momento.

En el año 636 20.000 infantes y 10.000 jinetes se enfrentaron y vencieron al ejército del último rey de reyes persa en la batalla de Qadisiya. Y también en ese mismo año de 636 entre 24.000 y 27.000 efectivos derrotaron a las fuerzas romanas en Yarmuk.

En apenas una década los ejércitos del Islam habían pasado de un puñado de guerreros tribales a ser capaces de derrotar a las fuerzas de dos grandes imperios en un mismo año.

el armamento

Debemos alejar la imagen de nuestra mente de guerreros a caballo ataviados con chilabas y grandes turbantes y blandiendo una gran cimitarra mientras cargan como posesos contras las filas del enemigo.

Podría parecer sorprendente, pero el arma principal y de hecho la más apreciada por los guerreros del Califato durante el inicio de la conquista era la espada. Se trataba de espadas rectas, de doble filo y con una empuñadura corta, muy parecidas a las persas o a las romanas.

Aunque había espadas cortas de entre 60 y 80 cm de longitud hasta el metro de largo, bien se utilizasen a pie o a caballo. La espada era un bien muy preciado entre los guerreros árabes de la época, ya que algunas eran de enorme calidad y también valor.

Las mejores espadas de las que disponían los árabes no se fabricaban en Arabia, sino que procedían de la India, o bien procedían de Persia, pero fabricadas con acero indio, el cual era de mucha mejor calidad que otro tipo de espadas, por la flexibilidad y ligereza que permitía.

Los guerreros, tanto de a pie como a caballo, también disponían de una lanza. Sabemos que las de infantería medían alrededor de 2,5 metros, mientras que las de caballería llegaban a medir 3,5 metros de largo.

Estaban fabricadas con madera de morera, que era muy flexible, por lo que se trataba de un arma sumamente resistente. Un arma especial de que disponían los árabes era el arco largo. Fabricado en una sola pieza de madera cubierta con tendones y crin de camello.

Estos arcos permitían a los guerreros árabes un alcance mucho mayor que sus homólogos persas o romanos. Un guerrero sin armadura podía darse por muerto a una distancia de hasta 175 metros, mientras que un caballero pesado persa no estaría a salvo a 100 metros de distancia.

Como protección corporal, se disponía de dos tipos de armadura. La cota de malla estaba bastante extendida y al igual que la de Persia o Bizancio, llegaba hasta las rodillas.

Los árabes también disponían de un buen número de armaduras de cuero endurecido, que se fabricaban al norte de la península arábiga. Los escudos tanto de infantería como caballería eran redondos, de piel de camello o de vaca y no tenían umbo. Los escudos de madera con umbo y protección metálica tardarían en generalizarse entre las filas de los soldados del califato.

Como podemos observar, un soldado árabe se parecería más a uno bizantino o a uno persa de este mismo periodo que a un guerrero de la época de las cruzadas, varios siglos después.

Conclusiones

En muy pocos años los ejércitos del Islam pasaron de la total insigficancia a doblegar a Persia y a dejar temblando al Imperio romano.

La adaptabilidad, la inteligencia para integrar a fuerzas de pueblos de diferentes culturas, religiones y maneras de combatir fue sin duda un factor determinante que les conduciría a formar uno de los mayores imperios de la Historia.

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