Las murallas de constantinopla

La ciudad de Bizancio fue fundada por los griegos allá por el siglo VII a.C. como colonia de la polis de Megara.

Siempre ocupó un lugar estratégico en el paso entre Europa y Asia y entre los mares Negro y Egeo. En ocasiones jugó un papel más o menos destacado en diferentes conflictos, como cuando el emperador Septimio Severo atacó la urbe para acabar con los partidarios Pescenio Niger en el año 194 de nuestra era.

Sin embargo no será hasta el año 328 cuando se convertirá en la ciudad más importante del Imperio Romano. Este año, el emperador Constantino el Grande decidió que aquella abandonada urbe se convirtiera en su nueva capital.

Con sus propias manos y ayudado de su espada, él mismo marcó el pomerium de la nueva capital, el recinto sagrado que ocuparía la nueva Roma. Ese nuevo espacio, mucho más amplio que la ciudad ya existente enseguida se urbanizó con grandes edificios públicos.

Las nuevas murallas bordearían la península que ocupa Constantinopla siguiendo la línea de costa y para cerrar el recinto, se levantó una nueva muralla desde el Mar de Mármara hasta el Cuerno de oro.

La nueva ciudad era enorme e impresionante, pero en menos de un siglo ya se había quedado pequeña. Durante el reinado del emperador Teodosio II, que reinó entre 408 y 450 se abordó este problema. En este momento de la historia, en realidad la mayor preocupación de los emperadores no eran las murallas de Constantinopla, sino los problemas de invasiones que estaba sufriendo el Imperio.

La solución a ambos problemas vino de la mano de Flavio Antemio, el regente efectivo del Imperio de Oriente durante los primeros años de gobierno del joven emperador, quien en 408 contaba solamente con 7 años de edad.

Antemio fue otro de los grandes hombres que intervinieron en la política romana durante el siglo V.

A él se debe la paz lograda con el Imperio persa Sasánida de esta época, que permitió dedicar los recursos de Oriente a la lucha contra los diferentes pueblos bárbaros que cruzaban el Danubio y rechazarlos con éxito, como es el caso de los hunos del rey Uldin en 409.

Bajo su mando se construyeron unas nuevas murallas entre el Mar de Mármara y el Cuerno de oro, las conocidas como murallas teodosianas, que hoy recorreremos en este vídeo.

Las murallas de Constantinopla

Las nuevas murallas de Constantinopla se levantaron a 2,5 kilómetros de distancia de las de Constantino. Con esta ampliación, la nueva capital imperial doblaba su extensión y además, se convertía simbólicamente en una reproducción de Roma, ya que ahora dentro del recinto amurallado se encontraban siete colinas, al igual que en la ciudad italiana.

La muralla fue levantada por la propia población de la ciudad, quien no sólo colaboró en las obras, sino que desde ese momento tuvieron la obligación de trabajar en su reparación y mantenimiento.

Esta obligatoriedad se extendía a todas las clases sociales. Nadie tenía el privilegio de vivir en Constantinopla y no colaborar de una manera o de otra en el mantenimiento de las murallas.

Antemio diseñó una fortificación formidable. La conocida como muralla interior, la mayor defensa de Constantinopla, medía 9,3 metros de alto desde el exterior y 12 metros desde el interior.

EL muro tenía un grosor máximo de 4,7 metros. Siguiendo la tradición romana, el muro era de hormigón romano y estaba recubierto de bloques de piedra alternados con ladrillos. Esto confería a las murallas una gran resistencia. Tan es así, que hoy en día se pueden apreciar todavía varios kilómetros de estas antiguas fortificaciones.

Toda la muralla estaba protegida por al menos 96 grandes torres, que eran pequeños fortines. Dentro de cada torre se almacenaban armas y proyectiles para las tropas que las guarnecían.

Esta impresionante muralla resultó ser una bendición para Constantinopla. En el año 447 un potente terremoto derribó gran parte de la fortificación, así como al menos 57 torres. Esto no podría haber llegado en peor momento, ya que Atila el huno estaba avanzando hacia la ciudad.

En apenas dos meses y gracias a la masiva participación de la población, se restauraron las murallas y el ataque pudo ser repelido. Pero en este momento, los ciudadanos de Constantinopla no sólo restauraron la muralla de Antemio, sino que añadieron una segunda muralla exterior y un gran foso, creando así las mejores defensas que una capital imperial podía imaginar.

La nueva muralla creaba un sistema defensivo en profundidad, con diferentes espacios para la maniobra de las fuerzas defensivas y varias zonas de muerte para los asaltantes. Aquellas tropas que tratasen de asaltar la muralla se encontrarían en primer lugar con un foso de 18 metros de anchura.

Si superaban esa primera prueba, a continuación deberían superar una explanada de 18 metros de anchura recibiendo todo tipo de proyectiles desde las dos murallas que tenían delante.

Seguidamente, se toparían con la muralla exterior de 8 metros de altura, que deberían superar, para encontrarse con otra explanada de 18 metros hasta la muralla interior, donde seguramente les estarían esperando las tropas imperiales.

Finalmente deberían enfrentarse a la gran muralla interior de 12 metros de alto. En más de 1000 años de historia, solamente el ejército turco otomano de Mehmed II fue capaz de atravesar las defensas de la ciudad por su lado terrestre.

Completando las defensas de la capital, toda la península que ocupaba la ciudad estaba rodeada por las llamadas murallas marítimas. Estas largas murallas contaban con cerca de 300 torres, desde donde se vigilaban los mares que rodeaban a Constantinopla.

Por los lados marítimos la ciudad solamente contaba con una única línea de murallas, por lo que la defensa era menor. Se suponía que un ataque masivo por mar podría ser repelido por la flota imperial. Y esto fue así siempre, salvo en el año 1204, cuando los cruzados, atravesando la muralla marítima, tomaron la ciudad al asalto.

Monumentos

Las murallas de Constantinopla no sólo son un monumento defensivo todavía visible hoy en el centro de Estambul, sino que a lo largo de su trazado se pueden encontrar diferentes elementos emblemáticos que nos recuerdan la grandeza de la nueva Roma.

En el vértice sur de las murallas se encuentra la Torre de Mármol. La torre recibe este nombre por su base de mármol blanco. Es muy probable que esta estructura no perteneciera originariamente a las murallas, sino que formase parte de una villa imperial hoy perdida.

Justo a continuación de la torre de Mármol se puede apreciar la primera puerta de la ciudad. Las murallas de Teodosio contaban con diez puertas. Éstas estaban divididas en puertas militares, que portaban un número como identificación y las puertas públicas, que recibían nombres propios.

Esta por ejemplo es la primera puerta militar, también conocida como puerta de Cristo por el anagrama que puede apreciarse en la puerta. El siguiente gran monumento es la Puerta Dorada.

Este arco del triunfo se levantó en la Via Egnitia, una de las carreteras que conducían al interior de la capital imperial. La puerta recibía este nombre porque según los viajeros de la época, relucía en oro.

Hoy desgraciadamente la decoración ha desaparecido y también han desaparecido todas las esculturas que la adornaban, sobre todo los cuatro majestuosos elefantes de bronce que conmemoraban la victoria del Emperador Teodosio I sobre Majencio.

Como testigo de la decadencia de Bizancio, podemos apreciar cómo se fue tapiando poco a poco la puerta. Por donde antiguamente circulaban miles de personas y desfilaban ejércitos triunfantes, en las últimas décadas del Imperio, apenas podía pasar una persona erguida.

Un lugar poco marcado y que muy poca gente visita es la quinta puerta militar. Situada en el valle del río Lico, la parte más baja de las murallas teodosianas, fue el sector que defendió el emperador Constantino XI con su guardia imperial en 1453.

Aquí es donde se vio por última vez al emperador. Hoy en día, esta puerta recibe el nombre de Hucum Kapisi o puerta del Asalto, en recuerdo de este momento histórico.

Casi en el extremo norte de la muralla se encuentran los restos del Palacio de los Porfirogenetas o “Palacio de los nacidos en Púrpura”.

Este Palacio Imperial del siglo XIII, hoy en ruinas, era uno de los muchos monumentos que las diferentes dinastías imperiales dejaron por toda la ciudad.

Conclusiones

Las antiguas fortificaciones de Constantinopla son hoy en día un fiel reflejo de la grandeza que llegó a alcanzar la capital del Imperio Romano de Oriente.

En la actualidad muchas de sus partes son todavía visibles y visitables. Se trata de una joya patrimonial de imprescindible visita si se viaja a Estambul.

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