La Batalla de Adrianópolis (parte 2/2)

A finales de julio, el emperador Valente había marchado desde la capital hasta Adrianópolis. Allí había establecido su campamento.

Los nobles, la corte y el tesoro se establecieron dentro dela ciudad, mientras que las tropas lo hicieron fuera del recinto amurallado. Alrededor del campamento se construyó una empalizada para resguardarlos de posibles ataques sorpresa.

Esto fue un gran error de cálculo por parte del emperador. Valente creía que tenía la iniciativa, por lo que podía esperar allí la llegada de las tropas de Graciano o marchar contra los godos cuando quisiese. Sin embargo, fue Fritigerno, el líder godo, el que se adelantó.

En cuanto el ejército godo se acercó a Adrianópolis, bandas de guerreros comenzaron a hostigar la posición romana con la intención de cortar las carreteras de suministros que unían al ejército imperial con Constantinopla.

Fritigerno incluso desplazó a su ejército a 25km al sur de Adrianópolis, a la pequeña localidad de Niké, con la intención de cortar completamente el suministro imperial.

Cuando Valente se dio cuenta de esta situación, no tuvo más remedio que actuar. En esos días, Valente recibió una carta de Graciano que le urgía a esperar su llegada, pero Valente celebró un consejo militar el 8 de Agosto para decidir cómo actuar.

Sus generales estaban deseosos de presentar batalla y lograr la gloria de la victoria. Además, los exploradores habían calculado que las fuerzas enemigas apenar llegaban a los 10.000 efectivos, una cifra muy inferior a la real.

En esta situación, Valente decidió presentar batalla al día siguiente.

Las tropas godas

El ejército godo era un ejército bárbaro. Esto no significa una horda de guerreros desorganizada, que cargan contra el enemigo a la carrera gritando como posesos. Las batallas en la antigüedad no se producían así.

El ejército godo era una amalgama de diferentes pueblos. El contingente principal lo formaban los tervingios. Este pueblo germánico combatía mayoritariamente a pie.

Los tervingios dispondrían de dos tipos de guerreros. Por un lado, los guerreros nobles, que estarían equipados con lanza, espada y escudo, pero que además dispondrían de una buena protección, como es el casco metálico, y seguramente una cota de malla o de escamas, de producción propia o comprada o saqueada a los romanos.

Por otro lado, la mayoría de la masa de guerreros sólo dispondría de una lanza y un escudo y quizás un casco, pero poco más.

Además, los godos disponían de caballería pesada. Guerreros a caballo que buscaban el combate con los flancos o la retaguardia enemigas. Estos guerreros portaban una lanza como arma principal, pero no cargaban salvajemente como los caballeros medievales, sino que se aproximaban al trote al enemigo y luego entablaban combate con él.

El objetivo principal de esta caballería era desorganizar la formación enemiga, causando el pánico y finalmente la huida, donde sí que se producían verdaderas matanzas.

El contingente tervingio sería el más numeroso del ejército godo, pero no sería el único. Además de un importante contingente de caballería greutunga, que estaría equipada y lucharía de la misma manera que los tervingios, el ejército bárbaro disponía de dos excelentes caballerías especializadas.

Por un lado los arqueros a caballo alanos. Estos guerreros esteparios de origen iranio eran grandes jinetes. Combatían a lomos de pequeños caballos, pero sus monturas eran fuertes y rápidas. El arma principal de este pueblo era el arco compuesto.

El arco alano se caracterizaba por su complejidad. Para empezar, se trataba de un arco asimétrico, lo que permitía disparar más cómodamente desde los lomos de un caballo. Además, al estar construido con piezas de madera, hueso y cartílago, le permitía disparar con gran potencia sobre el enemigo.

Con esta arma, los jinetes alanos podían disparar grandes salvas de flechas contra a una distancia segura. En una táctica de acercamiento, disparo y huida, poco a poco iban desgastando al oponente, logrando al final la victoria.

Finalmente, los godos dispondrían de un contingente de caballería noble alana. A diferencia de la mayoría de guerreros de esta tribu, que combatirían como arqueros montados, los nobles alanos estaban armados para el combate cuerpo a cuerpo.

Los jinetes nobles alanos eran con diferencia los mejores del ejército bárbaro. Estos guerreros luchaban con una lanza o kontos que blandían a dos manos. Estaban protegidos por una armadura de escamas que les cubría todo el cuerpo y sus monturas también iban cubiertas en muchas ocasiones total o parcialmente con este tipo de armadura.

Esta caballería pesada y fuertemente protegida se lanzaba a la carga contra las formaciones enemigas. Cuando llegaban al combate se producía un choque brutal que normalmente acababa por romper la formación enemiga, causan el pánico y desorganizando al ejército oponente.

Esta amalgama de tribus, son sus diferentes maneras de luchar, sería la que lograría vencer al ejército romano en Adrianópolis.

El ejército romano

¿En qué condiciones se encontraba el Imperio Romano a finales del siglo IV para enfrentarse a la amenaza de los godos? A diferencia de lo que se podría pensar, el ejército imperial romano era a finales del siglo IV el mayor del que había dispuesto nunca.

Además, Roma había sabido adaptarse al paso de los siglos y a finales del siglo IV, las fuerzas imperiales contaban entre sus filas con multitud de unidades especializadas, bien equipadas y muy bien adiestradas.

La mayoría de las unidades romanas en Adrianópolis estaban formadas por infantería pesada. En esta época, esta infantería ya no estaba formada en su mayor parte en legiones.

Estas unidades todavía existían, pero habían reducido su número de efectivos hasta los 1000 ó 1200. La mayoría de las tropas estaban formadas en unidades de unos 500 efectivos llamadas cohors para infantería y vexillatio para caballería. Además existían otra unidades llamadas auxilia unidades de infantería de gran calidad.

Estas unidades estaban dispersas por todo el territorio y dependían de los comandantes militares de cada diócesis. Esta organización administrativa agrupaba a varias provincias, siendo algunas de estas diócesis Hispania, Galia o África.

Estos ejércitos permanentes se completarían con ejércitos de maniobra situados en provincias clave, los cuales contarían con tropas siempre listas para el combate y preparadas para marchar a cualquier parte del Imperio donde fueran necesarias.

Aunque podríamos profundizar más en la organización del ejército imperial de esta época, este sería el panorama general de las fuerzas de las que disponían los romanos.

En cuanto al armamento, había evolucionado bastante en los últimos siglos. La infantería pesada romana ya no dispondría de la loriga segmentata, la clásica armadura imperial que todo el mundo conoce, sino que ahora llevarían cotas de malla o armaduras de escamas.

Los cascos, de diferentes modelos, se fabricaban uniendo diferentes piezas.

La mayoría cubría completamente la cabeza y parte de la cara, lo cual nos indica que la manera de combatir era en formación cerrada, ya que con estos cascos no podrían escuchar las órdenes de sus oficiales y además les limitaba bastante el campo de visión.

Como armas ofensivas, los soldados romanos disponían de una lanza, una espada y varias plumbata, unos dardos que colgaban en la parte interior del escudo y que se lanzaban sobre el enemigo antes de entablar combate. La caballería romana también contaba con un buen equipamiento.

Gracias al contacto con los pueblos de la frontera, Roma fue poco a poco incorporando nuevos métodos de combate a caballo.

Para este periodo histórico, Roma contaba con unidades de arqueros a caballo, similares a los de alanos y hunos. Estos jinetes además estaban entrenados para entrar en combate cuerpo a cuerpo si fuese necesario, aunque su papel principal era el de hostigar desde la distancia.

La mayoría de las fuerzas a caballo romanas se parecerían bastante a la de los germanos. Se trataría de caballería pesada destinada al combate cuerpo a cuerpo, sobre todo con el objetivo de desorganizar flancos y retaguardias y así hacer caer en pánico al enemigo.

Finalmente, Roma también disponía de caballería de choque. Los generales romanos solían tener a su servicio un reducido grupo de catafractos o clibanarios, caballería protegida con armadura de la cabeza a los pies, con caballos armados y que luchaban con lanza a dos manos, al modo de los alanos.

Con todas estas tropas a su disposición, el Emperador Valente parecía que estaba preparado para enfrentarse a la amenaza goda que se le presentaba en Adrianópolis.

el gran desastre

Según nos cuenta Amiano Marcelino, la mejor fuente de la disponemos para esta batalla, la misma mañana del enfrentamiento se produjo un intercambio de emisarios entre el emperador Valente y Fritigerno, el líder godo.

Desconocemos realmente por qué se produjo este intercambio de ofertas de paz.

Es posible que realmente se deseara llegar a una solución pactada, pero también es muy posible que todo fuera una estratagema de Fritigerno, que estaría tratando de retrasar la batalla para sí dar tiempo a sus aliados alanos y greutungos para llegar al campo de batalla.

Sea como fuere, el enfrentamiento comenzó a mediodía de un calurosísimo día de verano.

Los bárbaros desplegaron sus tropas en la formación habitual. Detrás de sus filas colocaron un gran círculo de carros, a modo de campamento fortificado. Allí se guarnecían las mujeres, los niños y los ancianos.

Frente a este fuerte improvisado se desplegaron los guerreros de las diferentes tribus. Cubriendo los flancos del ejército, Fritigerno dispuso a la caballería tervingia.

Por su parte los romanos desplegaron su infantería en tres líneas. En la primera, se dispuso a las unidades de auxilia palatina. Tras ésta, se dispusieron las legiones palatinas. Finalmente y a modo de reserva, el emperador Valente disponía de tres unidades de élite, los Batavi, los Lanciarii y los Matiarii.

Al igual que hicieron los godos, los romanos desplegaron a su caballería en los flancos de la formación. El planteamiento romano de la batalla era sencillo. Se debía cargar frontalmente contra la formación enemiga mientras la caballería presionaba en los flancos.

No era necesario exterminar al enemigo. Si se lograba romper su formación en algún punto, el ejército godo se desmoralizaría, lo que provocaría una desbandada y el comienzo de la matanza.

Y el plan fue según lo esperado. Las formaciones de infantería pesada romana comenzaron a presionar el centro del ejército godo mientras las unidades de caballería se enfrentaban a la caballería tervingia.

Las tropas romanas comenzaron a presionar con dureza a sus enemigos bárbaros, logrando incluso empujar al centro godo hasta los carros que formaban su campamento.

Todo parecía ir bien. Sólo con un poco más de esfuerzo se lograría la victoria sobre los invasores. Pero no ocurrió así. Cuando el emperador Valente acariciaba la victoria, hicieron su aparición los refuerzos godos.

Entrando a galope desde el flanco izquierdo, las caballerías greutunga y alana, al mando de sus líderes Alateo y Sáfrax cargaron contra el ejército imperial.

Esta amenaza podría haber sido detenida utilizando a las unidades en reserva, pero cuando se les dio la orden de taponar el flanco izquierdo, dos de las tres unidades huyeron del campo de batalla.

Y aquí se perdió la batalla. La huida de estas unidades hizo cundir el pánico, lo que provocó la desorganización de la línea romana y el comienzo de la persecución goda.

El emperador Valente se refugió con los Batavi, los únicos que permanecieron en orden de batalla, pero la pérdida de la formación principal hizo imposible resistir ante el embate de los bárbaros.

El emperador cayó en el campo de batalla, al igual que las dos terceras partes de su ejército. Había sido la mayor derrota de Roma desde la batalla de Cannas.

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