El tratado de Rapallo

En la noche del 15 al 16 de Abril de 1922 una delegación diplomática alemana se encontraba durmiendo en un hotel cerca de Génova. A las dos de la madrugada un trabajador del hotel golpeó la puerta de la habitación de Adolf Georg von Maltzan, Secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania.

El trabajador se disculpó por molestarle a esas horas, pero había una llamada de teléfono urgente que debía atender. El diplomático bajó en pijama y zapatillas para responder la llamada. Al teléfono estaba Gueorgui Chicherin, Ministro de asuntos exteriores de la Rusia revolucionaria.

“Tenemos que reunirnos mañana mismo. Es de suma importancia”, dijo.

Al día siguiente se firmó un tratado que cambiaría la historia del siglo XX.

Alemania y Rusia

El 1863, al inicio de su carrera, el canciller prusiano y luego canciller alemán Otto von Bismarck fue interpelado sobre sus intenciones en política exterior. El hombre respondió: ¿Quieres saber el secreto de la política?: un buen tratado con Rusia.

Los políticos alemanes de entonces y de ahora siempre han tenido presente esta máxima. En 1922, esta relación especial histórica entre estos dos países volvió a jugar un papel clave en los acontecimientos que tendrían lugar años después, con la llegada al poder del Partido Nazi y la Segunda Guerra Mundial.

Con la firma del tratado de Rapallo la Alemania de Weimar y la Rusia revolucionaria (La Unión Soviética se fundaría unos meses más tarde) establecieron un pacto de amistad y colaboración que les permitió sortear las dificultades de los años de posguerra.

Los regímenes de ambos países eran nuevos, pero la relación de amistad entre ambas naciones venía de antiguo.

Brest-Litovsk

Se podría decir que el tratado que firmaron en marzo de 1918 la Rusia revolucionaria y la Alemania del Kaiser Guillermo II fue el inicio del fin de la Primera Guerra Mundial.

Alemania había logrado su gran objetivo, sacar a Rusia de la guerra. Y todo gracias a un ingenioso movimiento político. Tras amargas las amargas derrotas sufridas en los años anteriores, la Rusia zarista estaba al borde del colapso.

El país contaba con ingentes reservas de mano de obra y de soldados, pero su economía atrasada le impedía aprovecharse de este recurso. El desabastecimiento, el hambre y las penurias, tanto en el frente como en retaguardia vaticinaban un pésimo resultado de esta guerra para Rusia.

Alemania lo sabía perfectamente, así que lo único que debía hacer era ayudar a las fuerzas revolucionarias rusas a dar el paso. Con este fin, las autoridades imperiales alemanas se pusieron en contacto con Lenin, en este momento todavía exiliado en Suiza.

Le ofrecían trasladarle de manera clandestina hasta la mismísima Petrogrado. A cambio, querían que comenzara la revolución y sacara a Rusia de la guerra.

Y dicho y hecho. El 16 de abril de 1917 llegaba Lenin a la estación de Finlandia de la capital rusa. En octubre comenzaría la revolución y en marzo, la tan ansiada paz.

Los tratados de Brest-Litovsk, ya que se firmaron varios sucesivos, en los cuales Alemania cada vez lograba mayores concesiones, básicamente le concedían la supremacía sobre todo el Imperio europeo de los zares.

Finlandia, los Países Bálticos, Polonia y Ucrania se independizarían de Rusia y pasarían a estar tutelados por Alemania. Cómo se iba a llevar todo ello a cabo todavía no se sabía, pero parecía que Alemania iba a ser la nueva señora del Este de Europa.

El final de la guerra mundial

El 11 de Noviembre de 1918 a las 11 de la mañana se callaron los cañones y las ametralladoras, que desde el verano de 1914 resonaban por todo el mundo.

En ese preciso instante se hacía efectivo el armisticio que el día anterior habían firmado los generales alemanes en el bosque de Compiegne, al norte de Paris. Alemania recocía así la derrota ante los aliados occidentales.

Los generales del Kaiser sabían perfectamente que no habían logrado ganar la guerra y aquel armisticio lo demostraba, pero tampoco les preocupaba en exceso. Alemania había derrotado al Imperio ruso y había firmado un tratado de paz humillante con la Rusia bolchevique de Lenin en Brest-Litovsk ese mismo año.

En el frente occidental, a pesar de las ofensivas aliadas de 1918, el frente de guerra se había mantenido fuera del territorio nacional alemán. Por tanto, la paz que se firmara no debería ser demasiado mala para los intereses alemanes. Quizás se perderían las colonias africanas. Quizás se debería pagar algo de dinero a Francia, Gran Bretaña o Bélgica.

Pero no sería en ningún caso algo desastroso. Al fin y al cabo, lo que se debiera pagar a occidente se le arrebataría a Rusia. Al final, una cosa por la otra, Alemania saldría más o menos bien parada del conflicto.

Versalles

En política exterior priman más las circunstancias materiales de un momento histórico que la ideología o los planteamientos políticos de un país.

El tratado de paz de Versalles que los aliados firmaron con Alemania fue esa condición material especial que acabaría volviendo a una Alemania conservadora hacia la Rusia bolchevique. Porque ese tratado no sólo castigaba a Alemania por los cuatro años de guerra mundial, sino que también castigaba a Rusia, a pesar de que había luchado con el bando vencedor hasta 1918.

Con el tratado de Versalles, Alemania perdía todas sus colonias en África y en Asia, y también perdía el 13% de su territorio nacional en Europa. Pero esto no era todo. En el artículo 433 del Tratado Alemania aceptaba la derogación de los tratados de Brest-Litovsk, con lo que renunciaba a cualquier tipo de ganancia en el este.

Por su parte, la Rusia bolchevique perderá indirectamente en este tratado el control de gran parte de Europa Oriental, al reconocerse la independencia de Finlandia, los países bálticos y Polonia. Y además, a pesar de encontrarse en el bando vencedor, Rusia no recibiría ningún tipo de compensación por parte de Alemania, al contrario de lo que ocurriría con todos los países occidentales.

Génova

Para 1922 la situación en Europa había cambiado con respecto a 1919. En Rusia había triunfado la revolución de octubre de 1917 y el país, aunque agotado tras la primera guerra mundial y una larga guerra civil, amenazaba con extender el comunismo por Europa.

Habían surgido nuevos países en el continente europeo. Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Austria, los Países Bálticos. Las nuevas fronteras en el continente urgían a establecer nuevas relaciones diplomáticas entre Estados, pero también nuevas alianzas.

Y finalmente Alemania, la derrotada Alemania, había conseguido superar una revolución comunista a finales de 1918, pero la República de Weimar se encontraba en un grave aprieto.

Desde 1921 la inflación se había disparado, provocando una situación de hambre, pobreza y malestar. Algo que podría animar a los revolucionarios a tratar de tomar el poder de nuevo, sobre todo ante el triunfo de la Rusia bolchevique. En este contexto de novedad e inestabilidad al mismo tiempo en Europa, Gran Bretaña decidió intervenir.

Los británicos necesitaban a una Alemania débil, pero también necesitaban que estuviese de su lado. Habían fracasado a la hora de acabar con los bolcheviques en Rusia, así que no podían permitir que Alemania y el resto del continente corrieran la misma suerte.

Con la intención de retomar el control sobre los asuntos del continente, el primer ministro británico Lloyd-George convocó a todos los países de mundo a una gran conferencia en la ciudad italiana de Génova.

 A los vencedores, a los neutrales y a los vencidos. Incluidos Alemania y la Rusia de Lenin. Los Estados Unidos decidieron no participar, así que a pesar de la presencia de franceses, italianos o japoneses, los británicos eran los claros directores del evento.

El plan de Lloyd –George era bastante complicado, ya que suponía la participación de muchos actores diferentes, con intereses casi siempre enfrentados.

El objetivo británico era la formación de un consorcio europeo para la reconstrucción de Rusia. De esta manera, a pesar del régimen revolucionario, Gran Bretaña podría mantener a raya a este gigante. Para ello, primero debía convencer a los muy desconfiados bolcheviques.

Para traérselos a su lado les ofrecería reparaciones de guerra de Alemania, algo que se merecerían por haber luchado en su bando hasta 1918. Lo que fuera para que el capital occidental comenzase a entrar de nuevo en el este.

Para los franceses, que no querían suavizar las condiciones impuestas en Versalles a Alemania, les prometería el pago de la deuda zarista por parte de Rusia.

Y para la derrotada Alemania, tenía pensado seducirla con mejoras en las condiciones de pago de las reparaciones, así como ofrecerle la normalización de las relaciones con occidente y la entrada en el club de los países “normales”, por así decirlo.

La conferencia comenzó el 20 de Abril de 1922. Durante la primera semana, Lloyd-George se dedicó a seducir a los soviéticos. La delegación alemana le pidió en varias ocasiones una reunión, pero el premier británico siempre estaba ocupado. Los alemanes, se pusieron nerviosos.

El viernes Santo comenzaron a correr rumores de que Rusia había alcanzado un acuerdo con occidente. Al día siguiente, los rumores se intensificaron. Walther Rathenau, ministro de exteriores alemán, trataba por todos los medios de localizar a Lloyd-George, pero no había manera.

Esa tarde, abatidos, los representantes alemanes charlaban en el salón de su hotel, preguntándose cuál sería el resultado de todo aquello. Todavía tenían fresco en la mente lo ocurrido en Versalles. A medianoche se fueron todos a la cama, convencidos de que lo peor estaba por llegar.

Rapallo

A las dos de la madrugada un botones llamó a la puerta de Adolf Georg von Maltzan, responsable de las relaciones con el Este del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania. Una llamada importante le esperaba en el teléfono de la recepción.

Von Maltzan bajó en bata y zapatillas a atender la llamada. Al otro lado del teléfono estaba el Ministro de exteriores ruso, Chicherin. Le urgía a reunirse con ellos al día siguiente de manera urgente. Con el corazón en un puño, von Maltzan fue a despertar a todos sus colegas para hablar del tema.

Cuando llamó a la puerta del ministro Rathenau éste le preguntó: -¿me trae mi sentencia de muerte? Von Maltzan, muy animado le respondió: -¡al contrario! Esa noche, todos en pijama y bata, se reunieron en la habitación de Wather Rathenau para preparar la reunión del día siguiente con los rusos. Todos estuvieron de acuerdo en que era de vital importancia para Alemania llegar a un acuerdo satisfactorio.

A las cinco de la mañana la delegación alemana partió hacia Rapallo, donde estaban alojados los rusos. Previamente llamaron dos veces a los británicos para avisarles, pero la primera vez estaban durmiendo y la segunda, habían salido. Al llegar al hotel de Rapallo todo fue como la seda. Los rusos eran todo amabilidad y cortesía. Querían llegar a un acuerdo favorable, no importaba el precio.

A las cinco de la tarde se firmó el tratado. Éste no era algo espectacular. Sencillamente era un tratado de paz amistoso entre ambas partes.

En el tratado, ambas potencias reconocían los territorios de la otra; se comprometían a establecer relaciones económicas y diplomáticas normalmente; se comprometían a pagar reparaciones de guerra y finalmente, se comprometían, textualmente “al asesoramiento mutuo” en el nuevo marco internacional.

Al final la soberbia británica había vuelto a unir a Alemania y Rusia una vez más.

Conclusiones

Tras la firma del tratado de Rapallo, la conferencia de Génova se vino a pique. Ésta duró un par de semanas más, pero concluyó sin ningún tipo de consecuencia.

Alemania y Rusia reestablecían sus buenas relaciones diplomáticas, económicas y militares, relaciones que no volverían a salta por los aires hasta junio de 1941.

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