Mitos sobre los campos de concentración alemanes

El cine y la televisión han proyectado en el gran público una imagen distorsionada de los campos de concentración. Lo que vemos en pantalla nos transmite un sentimiento de horror, miedo y sorpresa ante lo que ven nuestros ojos. Después de ver esas películas o series, uno se queda con mal cuerpo debido a la información sentimental que se nos ha trasmitido, porque lo que hemos visto, obviamente no es agradable.

Pero tras ver estas películas, sólo nos queda eso, el sentimiento de horror. Prácticamente ninguna explica cómo funcionaban aquellos lugares, quiénes los llenaban o para qué servían. En este vídeo trataré de disipar algunos de los mitos más extendidos sobre los campos de concentración y de exterminio alemanes. Porque la realidad, desgraciadamente, era mucho peor que la ficción.

La gente no lo sabía

Cuando miramos películas donde aparecen campos de concentración, éstos aparecen aislados, en medio de los bosques, como recintos vallados perdidos en mitad de la nada y apartados de las poblaciones.

Esta imagen es completamente falsa. Las grandes instalaciones de los campos de concentración se encontraban casi siempre cerca de núcleos urbanos. La población civil alemana sabía perfectamente dónde se encontraban y además, el régimen nazi nunca ocultó su existencia.

El campo de concentración de Sachsenhausen, el más cercano a Berlín, se encontraba pegado al casco urbano de Oranienburg, una ciudad industrial de miles de habitantes.

El campo de Dachau, abierto el 21 de marzo de 1933, apenas dos meses desde que Hitler fuera nombrado canciller, se encontraba en la población de ese mismo nombre, en las afueras de Munich o el campo de Buchenwald, situado muy cerca de las ciudades de Weimar y Erfurt.

Sólo llevaban un pijama a rayas

El uniforme de los prisioneros ni era un pijama ni estaba diseñado para un campo de concentración. La ropa que llevan los presos en los campos son uniformes de prisionero, similares a los que encontraríamos en cualquier país del mundo en esa época histórica.

El uniforme a rayas se entrega a los presos para que sean fácilmente identificables, además de por el bajo coste de ese tipo de tejidos.

Los presos de los campos van allí sólo a morir

Cuando pensamos en campos de concentración, pensamos en personas encerradas en un recinto vigilado. En realidad, los presos pasan la menor parte del tiempo en el campo de concentración. Los campos de concentración alemanes no eran prisiones, sino que eran centros de mano de obra esclava.

Los presos estaban allí para trabajar, bien para las empresas que gestionaba directamente las SS, bien como mano de obra barata alquilada a las empresas alemanas. Cualquier marca alemana que se nos venga a la mente pagó a las SS para poder disponer de esta mano de obra forzada.

Además, los prisioneros no estaban aislados en las fábricas. Trabajarían en los mismos espacios que trabajadores libres. Los grupos de prisioneros estaban vigilados por oficiales de las SS y tenían prohibido relacionarse con los trabajadores, pero éstos los verían y verían también el trato que recibían y las condiciones físicas de los prisioneros.

La violencia es gratuita

Lo que más nos impacta de películas y series sobre este tema, es la extrema violencia y crueldad aplicada por los guardias alemanes de las SS. Esta violencia podría parecer gratuita y sin ningún tipo de orden.

Pero la realidad era mucho peor. El funcionamiento de un campo de concentración estaba organizado con eficiencia alemana. El objetivo era que tres prisioneros pudieran realizar el mismo trabajo que un trabajador libre. Ni más, ni menos. De esta manera, los presos podrían rendir en las fábricas, pero no tendrían fuerzas suficientes como para rebelarse.

La alimentación, el trato y la violencia aplicada a los presos dependería de si estaban por encima o por debajo del 33% de sus fuerzas.

En los campos no tienes contacto con el exterior

La violencia física es un elemento fundamental a la hora de mantener el orden dentro de un campo de concentración. Pero si los campos hubiesen funcionado sólo con violencia, habría habido revueltas o levantamientos, ya que todos los campos estaban masificados.

Si los miles de presos de un campo no hubieran tenido nada que perder, seguramente hubieran intentado escapar atacando a los guardas, ya que ningún campo contaba realmente con suficientes vigilantes. Para que los presos no dieran problemas, se infundía la idea en los presos de que acabarían saliendo del campo. Una manera de lograrlo, era mantener el contacto con los que estaban fuera.

Una vez al mes, los presos tenían derecho a recibir un paquete de un kilo de peso, que normalmente contenía comida. Como respuesta, el prisionero tenía derecho a enviar una postal a quien le había enviado el paquete. En estas postales sólo figuraba el nombre, la fecha y la firma del preso, pero servía como prueba de vida de esa persona.

En los campos había familias enteras

Esta es una verdad a medias. Es cierto que no existe ningún tipo de discriminación por sexo o edad a la hora de entrar en un campo de concentración. Hombres, mujeres y niños desde los 0 años pasarán por este tipo de centros.

Pero nunca estarán mezclados. Aunque un campo tenga todo tipo de presos, siempre estarán separados en diferentes instalaciones. Generalmente existen campos para hombres a partir de los 16 años, campos de mujeres a partir de los 16 años, donde también se encierra a los niños de hasta 12 años y campos de adolescentes, de entre 12 y 16 años.

Los presos de los tres tipos de campo realizaban los mismos tipos de trabajos, sin distinción. En cuanto a los niños, entre los 0 y los 8 años se quedaban todo el día dentro del campo, al cuidado de alguna de las prisioneras. Cuando tenían entre 8 y 12, los niños acompañaban a las mujeres a sus lugares de trabajo y les ayudaban en tareas ligeras.

Muchos niños se salvaron de su encierro al ser arrancados de sus familias. Si su madre estaba allí por motivos políticos y no por motivos raciales, los niños muy pequeños normalmente eran entregados en adopción forzosa a familias alemanas consideradas fieles al régimen.

Los campos de concentración se construyen para los judíos

Este es quizás el mito más extendido.

Es completamente cierto que millones de judíos pasaron por los campos de concentración y de exterminio alemanes y que millones murieron allí, pero en un primer momento, los campos no se están destinados a los judíos.

En los campos de concentración había ocho tipos de prisionero, los cuales estaban identificados por un triángulo de color que portaban en el pecho y en el pantalón del uniforme.

El partido nazi tomó el poder en 1933. Los judíos no irán a campos de concentración por el simple hecho de ser judíos hasta 1938. Durante esos cinco años, la mayoría de prisioneros de los campos eran de carácter político.

Es lo mismo campo de concentración y campo de exterminio

Sobre todo en los documentales producidos en Estados Unidos, se suele utilizar los términos campo de concentración y campo de exterminio de manera indistinta, como queriendo decir que los campos eran lugares horribles, pero sin dar más detalles.

La diferenciación entre ambos tipos de campo se la dan los alemanes, siempre sistemáticos en sus actividades. El objetivo de ambos tipos de instalación es acabar con los presos, pero lo que varía en el método.

Un campo de concentración es un lugar donde se explota a los prisioneros hasta la muerte.

Un campo de exterminio es una fábrica destinada a matar personas de la manera más eficiente y barata posible.

A diferencia de los campos de concentración, los campos de exterminio sí que están destinados a los judíos, aunque en ellos también se eliminará sistemáticamente a los gitanos de la Europa ocupada.

El Holocausto se produce al final de la guerra

Una idea muy extendida es que los alemanes, viendo que van a perder la guerra, se dedican a matar judíos como una especie de represalia. Esto no es así. El holocausto judío se producirá de manera sistemática, calculada de manera psicopática por los oficiales alemanes de las SS, que buscarán la forma más rápida, eficiente, barata e industrializada de matar a millones de seres humanos.

El objetivo del partido nazi es controlar una Europa unida, donde no hubiera rastro de judíos. Para ello utilizarán todos los métodos a su alcance. Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, no tienen un gran problema con los judíos en Alemania. La población judía del país solamente suponía el 0.7% de la población, alrededor de 600.000 personas.

Con tan poca gente y con un mundo en paz, lo que hacen los nazis es hacer la vida insoportable a estas personas con el objetivo de forzarlas a marcharse al exilio. La presión comenzó ya en abril de 1933, cuando se lanza un boicot público a los negocios judíos. Agentes de las SA realizaron pintadas en comercios de la comunidad judía y colocaron carteles de propaganda, animando al resto de alemanes a no consumir en esos locales.

En Septiembre de 1935 la separación de los judíos del resto de la sociedad se hizo legal. Ese mes se promulgaron las llamadas leyes de Núremberg, leyes que dejaban por escrito qué era ser judío y qué era ser ario.

A los judíos se les prohibía ejercer empleos públicos o relacionarse con los arios. Además, aquellas personas consideradas completamente judías perderían su nacionalidad. Pasaron  de ser alemanes judíos a judíos en Alemania.

Hasta 1938, los judíos alemanes tuvieron las fronteras abiertas para marcharse del país. Aquellos que querían emigrar, lo podían hacer a condición de dejarle todas sus posesiones al Estado. Únicamente podrían llevarse los pasajes de salida y 100 marcos por persona.

La mayoría de judíos alemanes huyeron antes de que comenzaran a encerrarlos en campos de concentración. Se calcula que de los alrededor de 6 millones de judíos asesinados, únicamente 160.000 eran alemanes. Los judíos acabaran sin embargo encerrados en campos por el simple hecho de ser judíos. Su persecución y encierro comenzará la noche del 9 de Noviembre de 1938, la famosa Noche de los cristales rotos.

Esa noche, tras el asesinato de un diplomático alemán a manos de un judío polaco en las calles de París, la maquinaria del Partido Nazi, argumentando que ésta era una prueba más de la conspiración mundial de los judíos contra los alemanes, lanzaron a las turbas a las calles.

Sinagogas, comercios, escuelas, viviendas. Las propiedades de los judíos fueron asaltadas y destruidas. Esa noche se envió a miles de judíos a los campos de concentración.

I

Pero la muerte masiva de judíos comenzaría a partir del año siguiente. En 1939 se invadió Polonia. Allí sí que vivían millones de judíos a los cuales no se iba a dejar escapar. Para los judíos polacos se crearon guetos, que no eran más que campos de concentración urbanos. Barrios de ciudades polacas se rodeaban por una gran tapia y allí se encerraba a decenas de miles de judíos, que por inanición e insalubridad fueron pereciendo.

En 1941 se invadió la Unión Soviética. Allí las SS tuvieron un problema añadido. Además de que había millones de judíos, la población vivía muy dispersa, por lo que no era factible reunir a los judíos para encerrarlos en campos de concentración o en guetos.

Para la Unión soviética se decidió utilizar a los Einsatzgruppen o grupos de apoyo de las SS, creados en 1939 para acabar con la clase dirigente polaca, para que fueran población por población eliminando a sus enemigos.

Los Einsatzgruppen realizaron un trabajo sistemático de limpieza étnica durante varios meses. En lo que llamaban Acciones, se presentaban por la mañana en una población, separaban a judíos, a gitanos y a miembros del partido comunista, siempre familias enteras y posteriormente los ejecutaba uno por uno con un tiro en la cabeza.

Este trabajo era brutal y muy pocos lo aguantaban, por lo que las quejas no tardaron en llegar a Heinrich Himmler, jefe de las SS.

Para evaluar la situación, Himmler asistió a una de esas ejecuciones a finales de ese año, cerca de Minsk. Según narraron los testigos, el cerebro de una de las víctimas salpicó en el uniforme de Himmler, quien rápidamente se apartó del lugar y comenzó a vomitar.

Seguramente fue allí cuando decidió que debían buscar una manera más humana de matar a millones de personas. Más humana, obviamente para ellos, para los verdugos.

Para buscar una solución se convocó finalmente una reunión a las afueras de Berlín el 20 de Enero de 1942. La llamada Conferencia de Wansee, presidida por Reinhard Heidrich, jefe del servicio de espionaje de las SS, plantea la cuestión.

Después de un cálculo aproximado, los líderes nazis estimaron que vivían unos once millones de judíos en la Europa ocupada y que había que buscar la manera más eficiente, barata e industrializada de acabar con ellos.

Finalmente se redactó un memorándum, titulado La solución final a la cuestión judía. Para llevar a cabo sus objetivos, aparecieron en este momento los campos de exterminio.

Únicamente existieron seis campos de exterminio, todos situados en la Europa Oriental: Treblinka, Marjanek, Sobibor, Belzec, Chelmno y Auschwitz II – Birkenau.

Estos campos eran simples factorías. Los trenes llegaban, descargaban a miles de personas. Los presos se desnudaban y entraban en grandes cámaras de gas, donde fallecían en apenas unos minutos. Posteriormente sus cuerpos eran quemados en grandes hornos. Todo el proceso duraba alrededor de dos horas únicamente.

El campo más famoso es Auschwitz II, que en realidad se construye para presos de guerra soviéticos, pero que se reconvierte en campo mixto de concentración y de exterminio al añadírsele las cámaras de gas.

Sin embargo, el campo de exterminio peor de todos fue Treblinka. Este campo tenia, como lo llamaban los alemanes, una capacidad de procesamiento de 14.000 unidades al día, lo que significaba, que 14.000 personas al día podían ser eliminadas en este lugar.

Los alemanes fueron tan eficientes, que pasado apenas un año habían terminado con el trabajo. De esta manera, a mediados de 1943, las SS desmantelaron los cuatro campos de exterminio más importantes: Treblinka, Madjanek, Sobibor y Belzec.

Desde ese momento y hasta el final de la guerra en 1945 sólo siguieron funcionando dos, Chelmno y Auschwitz II – Birkenau.

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