El mayor atentado contra hitler

El 8 de Noviembre de 1939 se iba a celebrar el 16 aniversario del putsch de la cervecería, el fallido golpe de estado realizado por los nazis en 1923 en la ciudad de Munich. Como cada año, Hitler se reuniría con sus viejos camaradas para conmemorar esa fecha.

Ese mismo día, un solo hombre, Georg Elser, un simple carpintero alemán, de manera completamente autónoma, logró burlar todos mecanismos de seguridad de la Alemania nazi para colocar una potente bomba en las mismas narices de Adolf Hitler.

Esta es la historia de un héroe olvidado y de uno de los intentos de magnicidio más importantes de la corta historia del tercer Reich.

un héroe anónimo

Georg Elser nació en el pequeño pueblo de Hermaringen, en la región alemana de Wüttenberg. Nacido en 1903, Georg fue el mayor de cinco hermanos, que nacerían poco después de él: Friedrike, Maria, Ludwig, Anna y Leonhard.

Aunque su familia era relativamente pobre, en 1910 entró en la escuela primaria de Königsbronn, la pequeña localidad donde sus padres se habían trasladado justo después de su nacimiento. En otoño de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, Georg contaba con 14 años de edad. En este momento dejó sus estudios y entró como aprendiz de tornero en una fundición local.

Al mismo tiempo, ingresó en una escuela taller para aprender una profesión que le permitiese ganarse la vida. Debido a problemas de salud causados por su trabajo en la fundición, cambió de profesión en 1919.

Es en este momento cuando entra a trabajar como aprendiz de carpintero, profesión que ya no abandonaría durante el resto de su vida. En 1922, tras lograr las notas más altas posibles, se graduó en la escuela de artes y oficios y comenzó a trabajar como carpintero.

En 1923 su vida, al igual que la de millones de alemanes, dio un vuelco. Ese año se produjo una gravísima hiperinflación en el país. El gobierno intentó mantener a flote la economía imprimiendo papel moneda de manera apresurada, pero sin ningún resultado. Se emitían billetes de cada vez más valor, llegando a imprimirse papel moneda por valor de billones de marcos, los cuales, tras salir de la imprenta, valían más como material para calentarse que como dinero.

En esta situación, Georg perdió su trabajo y ante la imposibilidad de encontrar otro, ya que el paro se había disparado, decidió volver a casa de sus padres, donde trabajó de granjero ayudando a mantener la pequeña hacienda familiar.

Allí no aguantó mucho. En 1925, en cuanto la situación comenzó a mejorar un poco, comenzó a trabajar como carpintero de nuevo, pero de manera errante. Durante los siguientes años, trabajaría en puestos temporalmente por el sur de Alemania y también en Suiza.

En esta época Georg desarrolló su pasión por la música. En 1926 compró una cítara y se unió a club de cítara de Constanza, una población suiza.

En esta época Georg también desarrolló su conciencia política. De clase trabajadora, había visto cómo la economía había dejado atrás a muchos amigos y conocidos, por lo que en 1928, creyendo que el comunismo, todavía joven en aquella época, era la mejor opción para los trabajadores, se unió Alianza de combatientes del Frente Rojo, la asociación paramilitar del Partido Comunista alemán.

En estos años de viajes, Georg encontró el amor con Mathilde Niedermann, con quien tendría a su único hijo, Manfred, nacido en 1930.

En agosto de 1932, su vida volvió a dar un vuelco. Su padre era un conocido bebedor, lo que provocaba fuertes peleas con su madre debido a los problemas económicos que eso causaba. En este momento, Gerog decidió volver a la casa familiar en Königsbronn para hacerse cargo de la situación.

Allí, además de hacerse cargo de la granja familiar, abrió un pequeño taller de carpintería. A pesar de la mala situación familiar, Georg nunca perdió su buen ánimo. En Königsbronn se unió al club de cítara local y además, al año siguiente, compró un contrabajo para tocar en los bailes de la localidad.

A pesar de sus esfuerzos, Georg no consiguió salvar la situación económica de su familia. Finalmente en 1936, su padre tuvo que vender la granja familiar. Ese mismo año, Georg se trasladó a Heidenheim, donde comenzó a trabajar en una fábrica de repuestos. Allí se daría cuenta de lo que le esperaba a Alemania en los siguientes años.

el rearme alemán

El partido nazi llegó al poder en enero de 1933. Tras hacerse con el control total del país en los siguientes meses, comenzaron una política de rearme apresurada.

Grandes barcos de guerra, aviones, submarinos, tanques y miles y miles de soldados fueron engrosando en los siguientes años unas renovadas fuerzas armadas alemanas. A pesar de los llamamientos a la paz de los diferentes líderes mundiales, las ambiciones de Hitler parecía que acabarían provocando una guerra.

El miedo a un nuevo conflicto bélico estaba muy presente en la sociedad alemana de aquel momento. Habían vivido la primera guerra mundial, y lo peor de todo, todavía estaban sufriendo sus consecuencias.

Este miedo también estaba muy presente en Georg Elser. Mientras trabajaba en la fábrica de recambios, en 1938 descubrió que en realidad estaba trabajando en una fábrica de armamento.

Alemania se estaba rearmando para la guerra, por lo que tomó la firme decisión de que era su deber acabar con los líderes del partido nazi y evitar un nuevo derramamiento de sangre.

el plan de Georg Elser

El régimen nazi tenía estructura piramidal. En la cumbre se encontraban Hitler y sus ministros más importantes: Himmler, Goebbels, Goering, etc. Si se eliminaban a estas cabezas visibles, los nazis no sabrían qué hacer, ya que dependían en extremo de la dirección de los grandes líderes.

Si se quería salvar a Alemania y al mundo de una nueva guerra, simplemente había que matarlos a todos. Georg tomó la decisión de acabar con la cúpula del partido nazi en otoño de 1938. Desde ese momento comenzó a trabajar sin descanso para llevar a cabo su plan.

Su primera preocupación fue encontrar el momento oportuno para el atentado. Después de darle muchas vueltas y estudiar el comportamiento y las costumbres de los líderes del partido, finalmente encontró la fecha perfecta.

El 8 de noviembre de 1923, el en ese momento minúsculo partido nazi dio un golpe de Estado en la ciudad de Munich. Coincidiendo con el quinto aniversario de la abdicación del Kaiser Guillermo II, Hitler y sus seguidores celebraron un mitin en la cervecería Bürgerbraukeller.

Tras el discurso y pistola en mano, los seguidores nazis salieron a la calle con la intención de tomar el poder en Baviera, primer paso para asaltar el poder después en el resto del país.

El golpe fue un grandísimo fracaso, pero esta fecha quedaría marcada en el calendario nazi como un hito que se conmemoraría año tras año. Sabiendo que Hitler y sus camaradas se encontrarían en esa cervecería cada día 8 de noviembre, Georg decidió colocar una bomba en la cervecería en cuanto le fuera posible.

La bomba

Goerg Elser era una persona inteligente y curiosa. Además, a lo largo de los años había adquirido importantes habilidades manuales debido a su trabajo como carpintero, pero también como aprendiz de tornero o granjero.

Su plan sería sencillo: construir una bomba de relojería, activarla un par de días antes del atentado y dejar que los acontecimientos siguieran su curso.

Construir el mecanismo de la bomba no sería complicado. Con un poco de tiempo y paciencia, podría crear un detonador que le diese el suficiente tiempo para alejarse del lugar del atentado. El mayor problema sería conseguir los explosivos.

Georg dedicó casi 9 meses para reunir suficiente explosivo como para que la bomba matase a Hitler y a todos  los gerifaltes nazis. Con paciencia, poco a poco fue robando hasta 250 pequeñas cargas explosivas en su lugar de trabajo.

Para asegurarse de que la bomba fuera suficientemente potente, cambió de trabajo en Abril de 1939. Georg entró a trabajar en una mina en Königsbronn, su localidad natal. Allí logró robar más de 100 cargas explosivas y alrededor de 125 detonadores. Con todos esos explosivos en la maleta, partió hacia Munich en Agosto de 1939. Tenía 3 meses para preparar el golpe.

El atentado

El plan era relativamente sencillo. En las siguientes semanas debía crear un habitáculo lo suficientemente grande como para albergar la bomba, que estallaría en la noche del 8 de noviembre.

Con mucha paciencia, y quizás con la colaboración de alguien del personal de la cervecería que simpatizara con sus ideales, Georg se quedaba después del cierre.

Poco a poco, fue excavando un agujero en una de las columnas de la sala principal de la cervecería, justo detrás de donde se colocaría la tribuna de oradores y donde Hitler daba siempre un largo discurso, animado por sus viejos camaradas del partido.

Cuando estuvo preparado el agujero, en la mañana del 6 de Noviembre, Georg colocó el artefacto. Con mucha habilidad, había construido un mecanismo dotado con dos relojes, lo que le permitía programar el golpe con más de un día de antelación y con tan solo 15 minutos de margen de error.

Cuando el aparato llegaba al final de la cuenta atrás, un resorte empujado por un muelle golpeaba tres cartuchos de bala a los cuales se les había retirado el proyectil. Estos hacían de detonador de la carga explosiva. El plan estaba en marcha

La suerte de Hitler

Adolf Hitler creía que estaba destinado a llevar a Alemania a la gloria. Después de 12 años en el poder y más de 40 atentados fallidos contra su vida, Hitler tenía la convicción de que la providencia le protegía. El 8 de noviembre de 1939, la providencia o quizás sólo la suerte, salvaron su vida de una muerte segura.

La guerra había comenzado el 1 de septiembre de 1939. En ese momento, Hitler no tenía tiempo de quedarse horas y horas en la cervecería con sus viejos camaradas ni tampoco pensaba pasar la noche en Munich, ya que asuntos más importantes le esperaban en Berlín.

Según el programa, Hitler daría su discurso y seguidamente se volvería a la capital en avión. Ese día, el clima había cambiado. El piloto de Hitler desaconsejó volar esa noche, por lo que el evento cambió su horario.

Hitler volvería en tren a Berlín, por lo que debido a que el viaje sería más largo, se adelantó el inicio de su discurso en la cervecería. A diferencia de años anteriores, Hitler acortó su discurso al mínimo posible. A las 9:07 de la noche, dio por finalizada su actuación y salió rápidamente hacia la estación de tren.

Trece minutos después, a las 9:20, la bomba estalló. 8 personas fallecieron y más de 60 fueron heridas por la explosión y por el hundimiento del edificio, que quedó destruido casi por completo.

Sólo 13 minutos habían salvado a Hitler de una muerte segura.

La mala suerte de Georg

Georg Elser no tendría tanta suerte como Hitler ese día. El mismo día del atentado, había partido hacia la Constanza, en la frontera con Suiza. Allí fue detenido a las 8:45 de la tarde, casi una hora antes de que estallara la bomba, cuando trató de cruzar la frontera ilegalmente.

Sólo después de que se conociera la noticia del fallido atentado, los guardias fronterizos decidieron informar a la Gestapo de Munich de que tenían a un hombre sospechoso en el calabozo.

Inmediatamente se le condujo a la central de la policía secreta en la capital bávara, donde se le sometió a interrogatorio. Cuando decimos interrogatorio, la Gestapo quería decir tortura, como puede verse en esta foto realizada después de uno de ellos. Georg Elser se sostiene en pie apoyándose en una silla y mientras que presenta claros signos de violencia en la cara.

Aunque Georg insistió repetidamente, y demostró que había actuado en solitario, la propaganda del régimen lo presentó como un instrumento de la inteligencia británica.

Tras varias semanas de interrogatorios, finalmente se le envió al Campo de Concentración de Sachsenhausen, a las afueras de Berlín, donde se le encerró en un edificio de celdas especiales. El prisionero debía mantenerse con vida hasta el final de la guerra, ya que su destino era el de ser juzgado por un tribunal popular al final de conflicto, a modo de espectáculo.

Allí permaneció hasta 1945. En febrero de ese año, por órdenes expresas de la cúpula de la Gestapo, Georg fue trasladado al campo de concentración de Dachau, a las afueras de Munich. El 9 de Abril de 1945, el oficial de las SS Theodor Bongartz le ejecutó frente al crematorio del campo. Su cuerpo fue destruido inmediatamente. Dachau fue liberado solamente 20 días después.

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