En el siglo VI de nuestra era el ejército romano volvió a convertirse en la mayor potencia militar del Mediterráneo.
Justiniano, emperador romano de Oriente, logró movilizar todos los recursos de su Imperio para poder disponer de unas fuerzas armadas que le permitiesen no sólo defenderse de las amenazas que le llegaban desde Persia y desde el norte del Danubio, sino también supo destinar parte de esos recursos militares a la reconquista de parte del Imperio romano de occidente.
Roma volvía a ser grande y poderosa.
La herencia recibida por Justiniano
El Imperio Romano de Occidente desapareció en el año 476 de nuestra era. Esta fecha tan marcada también marca el final de Roma en la mentalidad del occidente actual.
Pero Roma no cayó. Roma pervivió en Oriente durante mil años más. Y no como algo nuevo, reformado y completamente distinto a lo que existía en 476, sino como una continuación perfectamente normal.
Esto significa que en el siglo VI, durante el reinado del emperador Justiniano, el ejército romano imperial era muy similar al del siglo anterior. Las fuerzas de combate estaban divididas en dos grandes grupos.
Por un lago, los ejércitos comitatenses o de maniobra. Estas fuerzas de combate estaban siempre listas para la batalla y su cometido era desplazarse al teatro de operaciones que considerase más oportuno el emperador.
Por otro lado, el imperio disponía de las tropas de frontera o limitanei. Estas tropas estaban acantonadas en las fronteras y tenían la obligación de controlar y evitar las invasiones desde el exterior.
Tradicionalmente se ha dicho que las tropas comitatenses eran tropas aptas para el combate y que las limitanei eran poco más que milicias, de muy baja calidad y no preparadas para una campaña real.
Hoy en día sabemos que no es así, ya que el propio emperador Justiniano convirtió en varias ocasiones fuerzas limitanei en comitatenses para aumentar sus ejércitos de campaña. La diferencia real entre ambos tipos de tropa era cómo se las pagaba.


A las tropas de maniobra se les pagaba exclusivamente en oro. Cada soldado cobraba 10 sólidos de oro como sueldo y otros 10 sólidos para poder equiparse y mantener su armamento en buen estado para el combate.
Los limitanei recibían la mitad de ese sueldo. Cada soldado recibía 5 sólidos de oro como paga anual y otros 5 para el mantenimiento de su equipamiento. Los ingresos de estos soldados se completaban con lo obtenido del cultivo de las tierras donde se encontraban sus acuartelamientos.
Tierras de las que recibían sus beneficios, pero que raramente trabajaban ellos directamente, sino que las arrendaban a campesinos locales.
Efectivos
Si atendemos a lo que nos dice la Notitia Dignitatum, el registro de todos los cargos imperiales realizado alrededor del año 400, el Imperio Romano de Oriente contaba en aquella época con alrededor de 300.000 soldados, entre ejércitos de maniobra y tropas fronterizas.
Esta cifra es un buen punto de partida para conocer la magnitud de las fuerzas armadas romanas, pero está un poco lejana en el tiempo con el periodo de gobierno de Justiniano.
El emperador Zenón, que gobernó entre 474 y 491 reformó la organización del ejército imperial. Como desde las reformas de Mario, realizadas ya a finales del siglo II a.C., la unidad básica era la cohorte de 500 hombres, en esta época llamada tagma, bandon o numerus.
Esta unidad básica se agruparía desde este momento en meros de 5.000 hombres, las cuales se dividirían en dos moiras de 2.500 soldados.


La organización de los ejércitos tanto comitatenses como limitanei se adecuarán desde este momento a estas cifras. Pero ¿cuántos soldados tenía a su disposición Justiniano? ¿Cómo estaban organizados? Sabemos que para el final de su reinado, Justiniano contaba con 150.000 soldados comitatenses, divididos en nueve ejércitos de campaña.
Para empezar, el emperador disponía de 40.000 soldados divididos en dos ejércitos Praesentialis, es decir, ejércitos especiales destinados a ser mandados por el propio emperador o por alguien cercano a él.
Los otros siete ejércitos de maniobra se distribuían por las diferentes regiones del Imperio. Oriente con 20.000 efectivos, Illiria 15.000, Tracia 20.000, África 15.000, Armenia 15.000, Italia 20.000 y finalmente Spania con 5.000.
En lo que respecta a las tropas limitanei, el contingente era más reducido. Las provincias imperiales de este momento se dividían en ducados. Sabemos que el Imperio contaba en este momento con 27 duques territoriales, pero también disponía de 13 duques o cargos con autoridad similar, no asignados a un territorio concreto.
Cada uno de estos duques disponía de una Moira a su cargo, esto es, de 2.500 soldados divididos en 5 tagmata de 500 soldados cada una. Conociendo estos datos, sabemos que Justiniano disponía de 100.000 soldados de frontera repartidos por todo el Mediterráneo.
Roma disponía por tanto de 250.000 soldados a mediados del siglo VI.


Los soldados del Imperio
El ejército de Justiniano no había cambiado demasiado con respecto al de los dos siglos anteriores. Tanto la organización de la tropa como su armamento era básicamente el mismo del que dispusiera el emperador Honorio en la dura derrota de Adrianópolis en 395.
Por lo que respecta a la infantería, el grueso de las fuerzas disponibles las formaban unidades de infantería pesada. Del mismo modo que lo harían en siglos anteriores, estos soldados vestirían una cota de malla hasta la cintura, dispondrían de un casco y portarían un gran escudo oval que les permitiría luchar en formación cerrada con sus compañeros.
Como armas ofensivas dispondrían de una lanza y una espada. Y completando la panoplia, detrás del escudo guardarían varias plumbatae, unos dardos cargados con pesos de plomo que se lanzarían sobre las tropas enemigas antes de una carga.


Aunque podamos imaginarnos a grandes formaciones de infantería derrotando a sus enemigos como en los primeros siglos del imperio, la infantería pesada del siglo VI no fue siempre la apisonadora que había sido en tiempos de César o Augusto.
Por lo que nos da a entender los hechos históricos, estos soldados no eran del todo confiables durante los primeros años de gobierno de Justiniano.
Esto se deduce de la posición defensiva y poco importante que desempeñan en batallas como las de Dara, donde el general Belisario decidió colocar a su infantería detrás de una trinchera, de manera que defendiera el campo de batalla, confiando el peso del combate por completo en la caballería.
Aunque toda la infantería pesada sería virtualmente igual, había grupos de soldados especializados en diferentes labores. Encontramos varios tipos de tropa en este periodo:
- Los cursores: encargados de explorar y asegurar el territorio por los que se desplazará un ejército.
- Los flanqueadores, destinados a envolver los flancos enemigos en batalla.
- Los promachos, tropas de primera línea especialmente acorazadas.
- Los ballestarii, encargados de las balistas ligeras que se distribuían por el frente de batalla.
Completando las tropas a pie, cada ejército dispondría más o menos de un tercio de su infantería formada por unidades ligeras. La mayoría se tratarían de arqueros, que desplegados tras la infantería pesada, dispararían grandes salvas de flechas sobre el enemigo.
Completarían las tropas ligeras las unidades de hostigadores, armados con jabalina en su mayor parte, aunque también se conocen unidades equipadas con hondas.
Aunque como en siglos anteriores la mayor parte de las fuerzas del Imperio las formasen unidades a pie, la pieza angular durante todo el siglo VI de cualquier fuerza de Bizancio eran las unidades de caballería.
La mayor parte de las unidades montadas estaban formadas por caballería pesada. Se trataba de jinetes preparados para casi cualquier eventualidad. Armados tanto con lanzas largas como con arcos compuestos, podían hostigar al enemigo disparándoles o bien cargar contra ellos en combate cerrado.
Estas unidades también contaban con una protección especial. Los jinetes se cubrían con una cota de mallas o de escamas además de con un casco. Portaban grebas y un escudo redondo u oval.
La versatilidad de esta tropa unida a su movilidad la convertía en la mejor arma de la que disponía el Imperio Romano de Oriente en este periodo. Completando las fuerzas de caballería encontraríamos a la élite de la élite: la caballería catafracta.


Estas unidades, llamadas también clibanarios o bucelarios, eran generalmente reducidas concentraciones de caballería acorazada, pagada por un señor o un general.
Se trataba de caballería cubierta desde la cabeza hasta la pezuña del caballo por armadura. Los jinetes portaban una armadura que les cubría completamente el cuerpo, dejando sólo a la vista parte de la cara o incluso sólo los ojos.
Sus monturas irían igualmente protegidas por armaduras que les cubrirían o bien todo el cuerpo o solamente la parte delantera.
Como arma ofensiva, estos jinetes portarían un kontos, una lanza larga que se blandía a dos manos, al estilo de los sármatas, de los alanos y de los persas.
Esta caballería acorazada estaba destinada al choque frontal con la línea enemiga. El objetivo era romper al ejército adversario en un punto crítico para sí provocar el desmoronamiento de su moral.





