Grandes potencias de la antigüedad, como Cartago o Atenas poseyeron asambleas comparables al senado de Roma, pero ninguno de estas asambleas han pasado a la historia como sí lo ha hecho la cámara romana.
Sin el senado, sobre todo a partir de la instauración de la República, Roma sería incomprensible. Escenario de rivalidades políticas entre grandes hombres, garante de la independencia romana en momentos de dificultad y apoyo de los emperadores durante siglos, el senado fue casi sin lugar a dudas el pilar en el que se basaba el sistema político de esta gran civilización.
Una institución, con más de mil años de Historia.
Qué es el senado de Roma
Debido a la existencia de instituciones con el nombre de senado en la actualidad, podríamos pensar que el senado de Roma era similar a los actuales, esto es, una cámara de representación política del pueblo romano.
Debemos desterrar esta imagen completamente. El senado de Roma fue evolucionando durante los siglos, pero en ningún caso fue una cámara de representación popular. El senado fue siempre una institución selecta, donde sólo las mejores familias de Roma estaban representadas por derecho propio.
El senado representaba a la República Romana, entendida como el Estado. Debía garantizar su supervivencia y también controlar las leyes que la gobernaban. La mejor descripción que podría darse de la institución, es que se trataba de un consejo de notables.
El primer senado de Roma
El senado romano es tan antiguo como la ciudad misma. Según nos narra Tito Livio, en el mismo momento de la fundación de Roma, Rómulo estableció un senado de 100 miembros. Éstos serían los cabezas de familia más notables de las tres gens o gentes que formaron la ciudad en un primer momento y ellos serían la máxima autoridad de la ciudad.
Los senadores por tanto provenían de tres grupos diferenciados, por un lado los latinos, llamados Ramnes, por otro los sabinos, llamados Tities y finalmente los etruscos, llamados Luceres. No lo sabemos con seguridad, pero es muy probable que la monarquía romana fuera electiva y era precisamente el senado quien tenía la potestad de nombrar al rey entre uno de sus miembros.


Los tres últimos reyes romanos, Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Sobervio, redujeron el poder del senado para gobernar con mayor libertad. Se debate incluso que el senado fuera ampliado a 300 miembros en esta época, con la intención de diluír en lo posible la fuerza de los senadores más poderosos.
A pesar de esta supuesta pérdida de poder, sería precisamente el senado el que haría caer a la monarquía romana.
El senado toma el poder
Está comúnmente aceptado que en el año 509 a.C. varios senadores, liderados por Lucio Junio Bruto, derrocaron al último rey romano, Tarquinio el Soberbio. A partir de este momento, el senado se convirtió en la cabeza de la República Romana, posición que mantendría durante cinco siglos.


Sobre ellos recaerá el poder de declarar la guerra y la paz, de controlar las magistraturas romanas, tanto civiles como religiosas y de aprobar las leyes.
Padres conscriptos
Pater conscripti o Padres conscriptos. Así comenzaban las alocuciones al senado republicano desde mediados de la República. Cuando se funda el nuevo régimen, únicamente los nobles o pater pueden formar parte del senado. Éstos procedían de las tres primeras tribus fundadoras de Roma, por lo que el nombramiento era bastante restrictivo.
Pero para ser senador no sólo era necesario pertenecer a estas familias, sino que también era obligatorio haber ejercido una magistratura. De esta manera, la cámara senatorial estaba formada por personas de cierta edad, ya que había requisito de edad para acceder a las magistraturas y además, pertenecer a estas familias nobles.


Esto comenzó a cambiar entre los años 319 y 312 a.C. Entre estos años se aprobó la le Ovinia. Según esta ley, el censor, encargado de realizar el censo de ciudadanos cada cinco años, podría incluir en la clase senatorial a plebeyos que habían ejercido una magistratura de la República.
Se daba acceso así al senado a los conscripti o inscritos.
A partir de este momento, básicamente se imponía una limitación de riqueza para acceder al senado, ya que para ser elegido magistrado, primero se debe poseer una cantidad determinada de tierras. La riqueza que proporcionan esas tierras permitía crear clientelas, las cuales acabarían sirviendo para ganar unas elecciones.
La elección del senado
La entrada al senado no era automática. Cada cinco años se elegía a un magistrado especial, el censor. Cada cinco años, este magistrado elaboraba un nuevo censo de la ciudad, donde se registraban a todos los ciudadanos de Roma junto con sus familias y posesiones.
Y era una tarea ingente, porque no registraba a los habitantes de la ciudad de Roma, sino que debía registrar a todas las personas que poseían la calificación de ciudadano romano. Conforme se expandía la República, también se extendió la ciudadanía, por lo que el magistrado y sus ayudantes debían recorrer tanto Italia como las provincias romanas.


En el censo se inscribía el nombre y edad del ciudadano, sus bienes inmuebles, sus esclavos, las armas de las que disponía y también los clientes a los que patrocinaba. Al final del proceso, el censo se estructuraba en tribus y dentro de cada tribu, se organizaban diferentes centurias.
Las centurias marcaban la riqueza del ciudadano. Sólo los ciudadanos que pertenecían a las dos primeras centurias de cada tribu podían acceder a las magistraturas y por tanto, ser elegidos como senadores. Cada cinco años por tanto, el senado cambiaba su configuración. Los magistrados de los cinco años anteriores eran incluidos en la nueva cámara, un posición que tendrían de por vida.
Los ricos mandan, los ricos pagan
Ser magistrado y por tanto, acceder al senado de Roma era un privilegio reservado a los ricos. Pero no a cualquier tipo de rico. Los senadores tenían prohíbo dedicarse al comercio marítimo y a actividades industriales. Sus ingresos debían proceder del cultivo de la tierra.
Esto entroncaba perfectamente con la mentalidad tradicional republicana romana. Cuantas más tierras poseías, más derecho tenías y también más responsabilidades. Esto también puede verse perfectamente en el requisito de ser propietario de tierras para ser reclutado en el ejército republicano, una condición que se mantendrá hasta las reformas de Mario a finales del siglo II a. C.
La riqueza otorgaba privilegios, pero también grandes obligaciones. Los magistrados no recibían ningún salario por desempeñar el cargo.
Además, cada magistratura tenía asignada una cantidad bastante ajustada de dinero del tesoro público, por lo que si se quería destacar ante la plebe, era necesario invertir el dinero propio para pagar construcciones, fiestas o repartos de comida, que permitiesen así labrarse un porvenir en la política.
Porque el pueblo, a través de las clientelas, era quien nombraba a los magistrados en los comicios y no había nada que temieran más los senadores que la ira de la plebe enfurecida.
La función del senado
El senado no tenía nada que ver con una cámara de representantes actual. El senado romano era únicamente una cámara consultiva, donde los antiguos magistrados ofrecían su parecer sobre las propuestas de los magistrados. Formalmente, la república romana era una democracia donde el pueblo aprobaba o rechazaba cada una de las leyes propuestas por los magistrados elegidos cada año para su cargo.
Sin embargo, el senado debía ratificar estas leyes, por lo tanto, en sus manos quedaba que se produjesen cambios legislativos en la república o no.


Según las noticias que tenemos de la época, normalmente los magistrados elaboraban las leyes con el beneplácito de los senadores, o al menos de la mayoría de ellos, ya que sin su aprobación final, cualquier iniciativa legislativa sería completamente inútil.
En lo que respecta al método de votación, era realmente sencillo. Cuando se votaba una moción en el senado, los senadores debían levantase de su asiento para dirigirse a una u otra parte de la cámara, indicando así su conformidad o no con la propuesta.
La cámara del senado
El senado era una institución, no un edificio. Allí donde se reunían suficientes senadores de la república, el senado estaba presente y sus decisiones tenían validez.
En la mayoría de ocasiones, el senado se reunía dentro de la ciudad. Conocemos varios lugares donde se producían estas reuniones, como por ejemplo el templo de Venus, en el Foro romano, la curia Hostilia, un templo habilitado por el rey Tulio Hostilio para las reuniones del senado, o los templos de Júpiter Capitolino o de Apolo.
En el siglo I a.C. Pompeyo el grande regaló una curia a la república. Allí tuvieron lugar las sesiones más apasionantes del final del periodo y también fue escenario del asesinato de Julio César.


Durante la época imperial, el senado se reunía en la curia julia, construida para sustituir a la de Pompeyo, que había sido destruida como represalia por el asesinato de César. Hoy en día, todavía podemos admirar este edificio en el centro de Roma.
Según las leyes romanas, estaba prohibido que los militares con tropas a su mando y los reyes extranjeros entraran dentro del recinto sagrado de la ciudad. Cuando el senado debía atender a cualquiera de los dos, las reuniones se celebraban fuera del pomerium o recinto sagrado de Roma.
Como decía antes, el senado es allí donde se encuentran los senadores de Roma.
El senado y la guerra
El senado romano jugaba un papel fundamental en el ámbito militar de la República como gestores de la misma. Las declaraciones de guerra y paz, así como la firma de las alianzas, se realizaban mediante comicios populares, pero las decisiones sobre la gestión de un conflicto partían del senado.
Los cónsules, máximos magistrados de la república, eran los que poseían el poder de dirigir los ejércitos romanos. Antes de emprender una campaña, se debía pedir consejo al senado, el cual delimitaría el ámbito de acción de la campaña militar, asignando objetivos y proporcionando los medios necesarios.
Y era aquí donde estaba el verdadero poder del Senado. Hasta las reformas realizadas por Cayo Mario a finales del siglo II a.C., solamente el senado romano tenía potestad para levantar legiones en armas.
Cada año, se determinaban cuántas legiones serían reclutadas y para qué campaña se destinarían esas tropas, por lo que la última palabra sobre un conflicto recaía en el senado republicano.
El declive del senado
El senado romano comenzará su declive en el siglo I. a.C. Desde este momento, y gracias a las reformas de Mario que permitían reclutar soldados entre la plebe, lo cual permitía que cualquier personaje lo suficientemente rico pudiese levantar legiones de su bolsillo, el poder del senado poco a poco se vio amenazado.
El siglo I a.C. es quizás uno de los más apasionantes de la República, donde podemos apreciar una gran lucha entre hombres poderosos que intentan oponerse al poder de control del senado, como por ejemplo Julio César.


Sin embargo, los tiempos estaban cambiando y al final del siglo, Octavio Augusto pondría fin a la primacía de esta cámara sobre los asuntos romanos.
El inicio del imperio no supuso la desaparición del senado ni mucho menos, ni la pérdida total de su poder. Los senadores continuaron siendo unos personajes de mucho poder hasta el mismo final del Imperio, pero su luz poco a poco se fue apagando con el paso de los siglos.





