Los galos, Cartago, el Egipto Ptolemaico, las tribus germánicas. Aunque temibles, ninguno de estos enemigos de Roma sobrevivió a la caída del Imperio.
Solamente un enemigo estuvo siempre ahí, acechante en la frontera oriental como una amenaza constante: Persia. Primero bajo los partos y después bajo los sasánidas, el Imperio Persa fue el gran enemigo de Roma. Unas veces más amenazante y otras menos, pero siempre estaba presente.
Y quizás el momento de mayor tensión y enfrentamiento serían los siglos VI y VII. Pero, ¿cómo eran los ejércitos persas de esta época?
Los efectivos del Imperio Persa
El Imperio persa sasánida fue siempre una gran amenaza para Constantinopla. Era grande en tamaño y en recursos económicos y sin duda era una gran potencia militar, aunque no tan grande como lo fue el Imperio Romano.


En la época de la que hablamos, es decir los siglos VI y VII, Persia estaba organizada en castas. Las sociedades de castas tienen una cosa buena y otra mala. La buena es que la sociedad es generalmente bastante estable. Es decir, mientras cada casta cumpla con su función social, todo irá bien.
La mala, por el contrario, es la falta de movilidad social, lo cual puede provocar estancamiento en una sociedad. Persia se encontraba en esta precisa situación. En este imperio, existía una casta de guerreros. Pagados y equipados por las arcas imperiales, se trataba de soldaos profesionales, armados con el mejor equipamiento de la época.
Los savaran eran la piedra angular de las fuerzas armadas persas. Tropas de caballería pesada, se distribuían por todo el imperio. El rey de reyes podía disponer de ellos a su antojo, ya que eran soldados profesionales. Según las crónicas de la época, el número máximo de estos savaran rondaría los 70.000 efectivos.


Estos nunca se desplegarían conjuntamente en un mismo frente o campaña, ya que sería peligroso dejar desguarnecidas las fronteras. Según los datos de que disponemos, la mayor concentración de estos savaran se produjo en la batalla de Dara en el año 530, cuando el rey Cosroes I reunió a 40.000 de estos jinetes contra las tropas romanas del general Belisario.
Además de la caballería, Persia también contaría con alrededor de 50.000 soldados de infantería. Estos efectivos los aportaría tanto la infantería pesada, reclutada entre las tribus dailamitas del norte de Irán y de las tribus del sureste del Imperio, como las unidades de arqueros de línea.
La infantería, aunque menos numerosa que la caballería regular, fue ganando importancia durante el reinado de Cosroes I en el siglo VI. Este rey persa, viendo que su gran enemigo, el Imperio Romano de Oriente, contaba con una potente infantería pesada, decidió copiar este modelo.
Durante su reinado, este tipo de infantería, destinada a combatir en un frente cerrado y chocar de frente con el enemigo pasó casi de la inexistencia a ser un arma muy importante para los reyes persas.
Finalmente, Persia podría disponer de levas forzosas de campesinos. Esta nunca era una buena idea, ya que los campesinos eran necesarios para trabajar la tierra, por lo que mantenerlos durante mucho tiempo en campaña o perderlos, afectaría gravemente a la economía del país.
A pesar de ello, en caso de necesidad, el rey podía llamarlos a filas. Se calcula que se podría disponer de un máximo de 150.000 de estas tropas. Estas eran las fuerzas regulares de Persia, pero el rey de reyes también podía disponer de las fuerzas que le proporcionarían sus vasallos.
Estas fuerzas provenían de las fronteras del Imperio y no estaban integradas dentro del ejército regular persa, por lo que luchaban con las artes de sus pueblos y al mando de sus propios líderes. Se trataría de caballería pesada de Armenia y Albania, en el Cáucaso, caballería ligera árabe o guerreros de las montañas de Afganistán.
Y sin duda las tropas más exóticas de las que disponían los reyes persas eran los elefantes de guerra. Las crónicas de la época nos dicen que Persia disponía de hasta 1.000 de estas bestias, las cuales guiadas por un mahout indio y portando una torre para varios guerreros en su lomo eran bestias realmente temibles en el campo de batalla.


Los mejores guerreros de Persia
Como todo gran Imperio, Persia disponía de fuerzas de élite entre sus filas.
Al igual que sus mejores guerreros de línea eran soldados de caballería pesada, también la mayoría de sus fuerzas de élite serán jinetes fuertemente armados.


La élite por antonomasia de los ejércitos de la Persia sasánida eran los zhayedan o inmortales. Se trataba de 10.000 savaran escogidos entre lo mejor de la caballería noble de Persia. Esta unidad se utilizaba sólo en momentos decisivos de una batalla como fuerza móvil de reserva.
El rey de reyes persa también disponía en esta época de otras dos grandes unidades de caballería pesada de élite. Por un lado, los khosrowgetae o “guerreros de Cosroes”, una unidad de 10.000 jinetes creada por este rey y los pirozetae o “los vencedores”, que contarían con otros 10.000 soldados.
Ambas unidades estarían formadas por guerreros savaran que hubiesen demostrado especialmente su valor en el campo de batalla. El rey persa también disponía de una guardia personal, encargada de protegerle en batalla, los pushtighban.
Este cuerpo estaba formado tradicionalmente por 1.000 hombres de caballería pesada, que Cosroes II aumentaría a 6.000 efectivos. También como guardia personal del rey, Persia disponía de 100 arqueros elegidos, encargados de rodear al monarca y de protegerlo con su vida.
El armamento persa
Prácticamente cada año se celebraba en Ctesifonte, la capital sasánida, una revista general de todo el ejército persa. A excepción de las fuerzas necesarias para defender las fronteras, el resto del ejército se presentaba en la capital para pasar revista. Y la revista no la llevaba a cabo el rey, que era uno más de los nobles guerreros, un savaran, la revista la realizaba el inspector de las fuerzas armadas.
Delante del palacio real formaban los miles de soldados de caballería, ataviados con todo su equipo, en perfectas condiciones, ya que de lo contrario se arriesgaban a ser expulsados de la casta guerrera y también porque este era el momento de recibir su paga anual por sus servicios.
Los savaran era caballería acorazada. Los jinetes portaban una larga cota de malla hasta debajo de las rodillas. Completaban la protección del cuerpo con un peto metálico, grebas y a veces, protectores para los muslos. Ceñían un casco de hierro o de bronce, del que colgaba más cota de malla para protegerles el cuello y la cara, de la que sólo quedaba visible los ojos y la nariz.


Finalmente, portaban un pequeño escudo redondo, completando así su protección en batalla. Sus caballos, más grandes que los animales árabes del momento, pero igual de rápidos y ágiles, también portaban armadura, que les cubría tanto la cabeza como los cuartos delanteros.
Como armas ofensivas, los savaran portaban un arco compuesto y un carcaj con 30 flechas. Para el combate cuerpo a cuerpo, blandían una gran lanza, que tras el primer choche desechaban para blandir bien una larga espada o bien una maza o un hacha de combate.
Como arma especial y siguiendo la tradición ya creada por los jinetes partos siglos atrás, también portaban un par de lazos, con los que en momentos determinados podrían enredar a sus enemigos haciéndoles caer de sus monturas. Dependiendo de cada situación, esta fabulosa caballería persa, que en muchos casos era superior a la romana tanto en entrenamiento como en quipo, combatía siguiendo diferentes tácticas.
Si se enfrentaban a ejércitos de caballería ligera, como los turcos centroasiáticos, normalmente cargaban hacia sus enemigos mientras disparaban grandes salvas de flechas.
Cuando estaban cerca del oponente, se retiraban fingiendo huir, lo que atraía a los enemigos hacia un gran muro de infantería pesada. Una vez que los jinetes turcos quedaban trabados con la infantería, la caballería persa daba la vuelta y cargaba contra sus flancos para acabar con ellos.
Sin embargo, si se enfrentaban a enemigos más disciplinados, como los ejércitos romanos, solían cargar hasta el combate. Blandiendo primero sus lanzas y luego con sus mazas o espadas, se medían cuerpo a cuerpo contra sus homólogos occidentales.
La infantería pesada por el contrario no era de tan buena como la romana, aunque iba equipada de manera similar. Los soldados de a pie, que provenían en su mayoría de las tribus dailamitas del norte de Irán, portaban escudos, lanzas y espadas y vestían con una armadura de cota de malla.


Luchaban en orden cerrado y su función era de la hacer de yunque donde el enemigo se estrellase, mientras que la caballería haría las veces de martillo, aniquilando a los enemigos.
Las unidades de arqueros regulares tenían una alta calidad. Estaban entrenadas para luchas en tres filas y para disparar sin cesar tanto avanzando como retrocediendo.
Estas unidades, equipadas con arcos compuestos con una efectividad real de unos 60 metros, se protegían con grandes escudos de mimbre, que les hacía las veces de parapeto en contra de los dardos enemigos.
En lo que respecta a las milicias persas, éstas entraban en batalla equipadas con grandes escudos de mimbre, lanzas y alguna espada. No habían recibido entrenamiento de combate, por lo que su efectividad era muy limitada y su esperanza de vida era baja.
Conclusiones
El ejército del rey de reyes persa era sin duda una fuerza impresionante capaz de enfrenarse a todo tipo de enemigos. Romanos, turcos, árabes, yemeníes y otros pueblos pudieron comprobarlo en el campo de batalla durante varios siglos.
Resulta sorprendente que sea tan desconocido para el gran público. Espero que con este vídeo se despierte la curiosidad acerca de la Persia Sasánida y de su Historia.




